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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Pero era forzoso acaballe, que can con rabia con su dueño traba. ¡Medrano ha sido el de la hazaña, de fijo! No fue Medrano. ¿Y quién? Yo iba solo por el monte, y al pasar cabe un hato de leña, vile venir corriendo hacia mí. De una buena cuchillada hícele rodar como un bolo. Luego hachele el pescuezo.
Digo, que al mismo paraninfo veo, Que truxo mentirosas embaxadas A la tierra del alto coliseo. Vile, y apenas puso las aladas Plantas en las arenas venturosas Por verse de divinos pies tocadas: Quando yo revolviendo cien mil cosas En la imaginacion, llegué á postrarme Ante las plantas por adorno hermosas.
¡Pues hasta mañana! y me dio un torniscón por despedida. Vile marchar como el labrador ve alejarse la nube de su sembrado, y quedeme discurriendo cómo podían entenderse estas amistades tan hostiles y tan funestas.
Pasó, pues, el hallarla en esta manera: Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos.
Vile un día dirigirse hacia la biblioteca, pero buen cuidado tenía yo de no dejar la llave en la cerradura; volvió sobre sus pasos moviendo la cabeza y pasándose las manos entre el cabello que, más alborotado que nunca, producía el efecto de un penacho. Yo me había escondido tras una puerta y le oí murmurar cuando pasó cerca de mi: Volveré con la llave. Esta decisión me contrarió profundamente.
Vile entrar muchas veces en la iglesia. Os buscaba como sabueso que va oliendo las hierbas. ¡Bah! Harto galán le veréis, que es regalo de los ojos con su traje color de acero y sus mil botoncillos y guarniciones; y ¡válame Dios! ¡qué plumas tan bizarras! Todas las niñas volvían la cabeza para miralle. ¿Qué será cuando le pongan de regidor, como dicen?
Vile, a través de mis lágrimas, alejarse a toda prisa y ponerse el sombrero, prueba irrecusable de que se encontraba su ánimo no solamente en la más violenta agitación, sino completamente trastornado. Luego que hube sollozado unos diez minutos, juzgué a propósito seguir el consejo de Petrilla, que me repetía en todos los tonos: Es preciso ser razonable, señorita, es preciso ser razonable.
Vaya, ¡seré yo tochona!... ¡Pues si es el sobrino de don Celso!... ¡Vile yo en misa el domingo! ¡Hija, qué torpe de mí!... Y ¿cómo está usté? Mire, señor don Marcelo, ha de perdonarme si me jaya de este arte, porque he estado amasando en la cocina con la mi madre y las mozas pa la jorná de esta noche, y ahora mismu iba a ponerme un poco más cristiana...
Cayóle la noticia como una peña en la nuca, y aturdióse como usté le ve. Yo no sabía si dejarle en casa o traerle; pero vile roncero de quedarse solo y muy arrimao a venirse, y jícele su gusto, que era también el nuestro; porque puestas aquí, podemos tardar más o menos en volver a casa, y mejor que en parte alguna estará el venturao con nosotras donde quiera que ello sea.
Palabra del Dia
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