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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Los pasajeros conocedores de la ciudad iban señalando en las montañas más abruptas unos rosarios de hormigas que rampaban entre la obscura vegetación: tranvías funiculares, de una pendiente casi vertical; vagones colgantes que escalaban las cumbres de bizarras formas, puntiagudas como agujas, corcovadas cual una joroba gigantesca, enhiestas y finas lo mismo que un minarete o un hierro de lanza.

Vile entrar muchas veces en la iglesia. Os buscaba como sabueso que va oliendo las hierbas. ¡Bah! Harto galán le veréis, que es regalo de los ojos con su traje color de acero y sus mil botoncillos y guarniciones; y ¡válame Dios! ¡qué plumas tan bizarras! Todas las niñas volvían la cabeza para miralle. ¿Qué será cuando le pongan de regidor, como dicen?

Qué le pasó entonces por las regiones aletargadas del cerebro; qué revoltijo de ideas incongruentes y de bizarras imágenes le poseyeron, no se sabe a ciencia cierta; pero es cosa averiguada que a las altas horas de la noche, saliendo de repente de su batalla y poniendo las manos entrelazadas debajo del cogote, exclamó para sus adentros, en estado ya de perfecta lucidez: ¡Carape! ¿Será verdad que yo soy bastante buen pintor de acuarelas, y que dibujo muy bien?

Al estrecharla, don Pedro no pudo dejar de notar las bizarras proporciones del bello bulto humano que oprimía. ¡Una real moza, la primita mayor! ¿ eres Rita, si no me equivoco? preguntó risueño . Tengo muy mala memoria para nombres y puede que os confunda. Rita, para servirte... respondió con igual amabilidad la prima . Y ésta es Manolita, y ésta es Carmen, y aquélla es Nucha....

Llegó el tiempo que se usaron Las comedias de apariencias, De santos y de tramoyas, Y entre estas farsas de guerras Hizo Pedro Díaz entonces La del Rosario, y fué buena; San Antonio Alonso Díaz, Y al fin no quedó poeta En Sevilla que no hiciese De algún santo su comedia: Cantábase á tres y á cuatro; Eran las mujeres bellas; Vestíanse en hábito de hombre, Y bizarras y compuestas, Á representar salían Con cadenas de oro y perlas.

Son excepciones de esto, de época anterior, las que se encuentran en algunas comedias de Tirso de Molina, por ejemplo, en la de Escarmientos para el cuerdo, y en algunas de las de Lope de Vega, como en Las bizarras de Belisa. Véase el siguiente diálogo, especie de duo: ADOLFO. De parte de la nobleza Yo... CELIO. Y yo de parte del pueblo... ADOLFO. Vengo á saber de los dos...

Mucho hay de eso dijo Ojeda con exaltación pero yo admiro al Almirante, fuese de donde fuese y tuviera la sangre que tuviera, como un soñador enérgico, que no descansó hasta levantar una punta del misterio que envolvía al mundo. Admiro en él sus errores estupendos y las teorías bizarras que por caminos tortuosos le llevaron hasta la verdad.

Estos dulces herbívoros vivían de beber la luz, sintiendo la necesidad de las aguas superficiales ó de los fondos escasos con sus claras praderas. La luz, al esparcirse por el blanco interior de su vivienda, la decoraba con todos los colores temblones del iris, dando á la cal la palpitación misteriosa de la madreperla. Ulises admiró las bizarras formas de sus envolturas.

No ya los autos, sino que los mesmos juegos o alegrías de agora ¿qué tienen que ver con lo que presenciaron mis ojos de mancebo? ¿Qué se hizo aquella gala e aquella grandeza? ¿Quién verá otra vez aquellas entradas de príncipes e aquellas fiestas antiguas, e aquellas luminarias y disfraces, e aquellas bizarras coheterías de botafuegos y voladores? ¿Qué fue de aquellos regocijos, cuando las cuadrillas que iban a justar pasaban con sus marlotas de seda, e las mozas de la mancebía, ataviadas de oro fino e de cendales, danzaban al son del tamboril por las calles entoldadas?

Después iba sacando del perfumado encierro todas las joyas que constituían su orgullo: pendientes y sortijas de gran precio revueltos con otras alhajas exóticas de bizarras formas y escaso valor adquiridas en sus viajes. ¡Mira bien! decía gravemente á Ferragut mientras frotaba contra su brazo desnudo el enorme brillante de una de sus sortijas.

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