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La señora de Aymaret abandonó el castillo y tomó el camino de las Loges, fraguando en su cabeza el mejor plan para atenuar en lo posible el rudo golpe que aguardaba a Pedro, resolviendo al cabo en sus adentros, insistir sobre la entrada de su amiga en el Carmelo y dejar en la sombra esos misteriosos amores cuya semi-confidencia había logrado arrancar a Beatriz.

De aquel concierto también había nacido su anhelo creciente de paz, de amor puro, tranquilo... y aquella vaga esperanza, rechazada y rediviva a cada momento, de tener al fin un hijo, un hijo legítimo, único. Lo más admirable, , aunque no milagroso, era el cumplimiento de lo que él disparatadamente llamaba, para sus adentros, «la Anunciación».

Nieves le contestó, armándose de la mayor firmeza que pudo: Mira, papá, yo hablaría contigo de muy buena gana sobre ese asunto, y muy despacio, porque lo merece bien, como has dicho; pero no me atrevo, no ... Soy una mozuela sin experiencia y sin arte... Tengo acá mi modo de ver y mis ideas... pero nada más: en mis adentros y a solas, me lo explico y lo siento bien; y si me pongo a explicártelo a ti, temo decir lo que no debo y callarme lo que debiera decir... Es falta de costumbre... y de valor. ¿No te parece esto muy natural?...

En cierta época, cuando era joven, al pensar en estas cosas la duda le había atormentado tantas veces con punzadas de remordimiento, si quería figurarse la vida de Jesús, que ya tenía miedo de tales imágenes; huía de ellas, no quería quebraderos de cabeza. «Bastante tenía él en qué pensar». Era un iconoclasta para sus adentros.

¿Por qué se asusta usted tanto, tío? exclamaba don Pedro gozando en sus adentros con la mortificación y asombro del viejo hidalgo . ¿Hay impedimento? ¿Tiene Nucha otro novio? Comenzó don Manuel a poner mil objeciones, callándose algunas que no eran para dichas.

Cuando me recobré del susto, lo primero que vi a mis pies fue una enorme muñeca fresca, sonrosada y en camisa. Esta buena pieza es la que ha causado el destrozo, dije para mis adentros, lanzándole una mirada iracunda que la muñeca aparentó no comprender.

De este modo consolaba a su nuera, que más le parecía hija; pero allá en sus adentros deseaba tanto como Jacinta la aparición de un muchacho que perpetuase la casta y les alegrase a todos. Se callaba este ardiente deseo por no aumentar la pena de la otra; mas atendía con ansia a todo lo que pudiera ser síntoma de esperanzas de sucesión. ¡Pero quia!

Señor gritaba él yo no sirvo para eso; no se me haga a mi hablar del tiempo, del mal servicio de criadas, de la carestía de los comestibles. ¡Exíjase de cualquier cosa menos hacer visitas de cumplido! Yo soy artista, no sirvo para esas nimiedades decía para sus adentros.

Cuando me recobré del susto, lo primero que vi a mis pies fue una enorme muñeca fresca, sonrosada y en camisa. Esta buena pieza es la que ha causado el destrozo, dije para mis adentros, lanzándole una mirada iracunda que la muñeca aparentó no comprender.

No ignoraba que todo hombre es útil en algún momento de su vida, y que ese es el instante que debe aprovecharse. Pensó en la senaduría, y añadió para sus adentros: ¡Quién sabe! Desde que tal idea cruzó por su mente, le empezó a distinguir sobremanera; dejó de llamarle Aldea, y tomó la costumbre de llamarle Félix.