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Y poco después, mientras Benítez traía a la vida con antiespasmódicos a la Regenta y recetaba nuevas medicinas para combatir peligros nuevos, complicaciones del sistema nervioso, Frígilis en el tocador leía la carta del que siempre llamaba ya para sus adentros cobarde asesino; y después de leer el papel asqueroso, lo arrugaba entre sus puños de labrador y decía con voz ronca: ¡Idiota! ¡infame! ¡grosero! ¡idiota!

Sin duda, el Príncipe de los creyentes debió decir para sus adentros: "Si este avechucho no es el rey de la locura, y después de tantos afanes y extravagancias no hemos encontrado más que un loco de los adocenados, un loco de insulsa mediocridad, será preciso entregarse al despecho y la desesperación."

De Pas respondía con mal disimulado despego a las coqueterías de Obdulia y no le agradecía siquiera el holocausto que le estaba ofreciendo de los obsequios de Joaquín Orgaz que ella desdeñaba con mal disimulado énfasis. A Joaquinito le llevaban los demonios. «Aquella mujer era una... tal... y lo decía en flamenco para sus adentros.

Dijo estas palabras con voz un poco temblorosa. Carmen le dirigió una mirada de sorpresa. Pues si tanto lo necesitas, te lo diré otra vez. : te quiero, te quiero... Ya está usted serbido, don Caprichoso. Pero no pongas esa cara, hombre de Dios. ¡Si parece que estás haciendo testamento! ¿Estas segura de que no lo estoy haciendo allá en mis adentros?

El autor sabria que se hallaba en una sociedad entusiasta por los relumbrones, y diria para sus adentros: ¿? pues allá va ese magnífico y sorprendente relumbron. EL DIOS DE LA ANTIG

Lo que a me ha faltado, y de aquí nacen mis temores, son uñas para arrancar de mis adentros la entraña del asunto, tan limpia de adherencias y piltrafas, que llegara usted a verle con la misma claridad que yo le veo. ¡Ay, carape! como yo tuviera esas uñas metafísicas, ¡qué colores le hubieran resultado al cuadro ese y qué tranquila estaría ahora mi conciencia de narrador!

Ves, Marta dije para mis adentros, así es cómo me iría con él a través del vasto mundo, si fuera su querida. Yo no tenía entonces más que una noción bastante confusa de lo que es una «querida» y no vacilaba en elevar a Marta a esa dignidad. Monta bien pensé en seguida; mi «hijo del rey» no sería mejor jinete.

Quizá les esperaba el destierro, quizá la cárcel, quizá... ¡Oh! Las damas se estremecían de furor y de espanto, hablando todas a un tiempo, confortando a la víctima con sus consejos y dándose todas al diablo allá en sus adentros, porque era a Currita y no a ellas a quien había tocado la suerte de hacerse sospechosa a la policía y llegar al apogeo de la celebridad de un solo salto.

Al llegar a Vigo me miraba al espejo y me costaba gran trabajo reconocerme como un individuo perteneciente, en relación más o menos directa, a la gran familia aria. ¡Que un hombre del tronco indogermánico llegue a verse así! exclamaba para mis adentros.

Así exclamaba, para sus adentros, el forastero al contemplar la fe y el placer con que su amigo cumplía los preceptos que se le imponían, y las muestras de la caridad que guardaba siempre en su sencillo corazón.