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Le habían dicho, sobre poco más o menos, y sin estilo flamenco, lo mismo que Orgaz contaba en el Casino dos días antes: que don Álvaro estaba enamorado de la Regenta, o por lo menos quería enamorarla, como a tantas otras. «Aquel don Álvaro era un enemigo de su hijo.

Antes de esta fecha, en 1576, era relojero de San Marcos y San Lorenzo el maestro Diego Flamenco, quien percibió por el cargo de concertar los relojes 18.000 maravedís anuales, y en 1589 pruébase que el Cabildo tenía algo abandonado atender á cargo tan importante, por el siguiente documento inédito: «Juan Salado y Matías del Monte, relojeros; decimos que por mandato de vuestra señoria tenemos encargo de concertar los relojes desta ciudad como maestros en dicho arte los cuales habemos concertado, y gastado nuestro dinero en aderezarlos.

Y Olmedo lo hacía todo tan al vivo y tan con arreglo a programa, que se emborrachaba sin gustarle el vino, cantaba flamenco sin saberlo cantar, destrozaba la guitarra y hacía todos los desatinos que, a su parecer, constituían el rito de perdido; pues a él se le antojó ser perdido, como otros son masones o caballeros cruzados, por el prurito de desempeñar papeles y de tener una significación.

Apuesto a que pasa por junto a y no me saluda; ¿apostamos? Aquí viene; me acercaré para que me vea. Le hablaré en flamenco. «Buenas tardes, zeñó Zurupa». Esto decía Mariano acercándose a un jinete que avanzaba por la orilla del paseo, montado en un caballo español puro, de cuello corvo y movimientos tan gallardos como pesados.

A 22 de Septiembre pasamos las montañas de Cuñayegua, que tienen en frente de en la otra banda las del Ito, donde viven los Sinemacas. Aquí fueron á predicar la santa ley de Cristo los PP. Justo Mansilla, Flamenco, y Pedro Romero, español, el cual fué muerto con el hermano Mateo Fernández por los indios Chiriguanás, porque les persuadía que por ser cristianos no podían tener más que una mujer.

La vida del agricultor flamenco es dulce y tranquila, en cuanto lo permiten sus labores activas y el rigor del clima en el invierno. Siempre ocupado en algun trabajo, sus faenas varían según las estaciones.

»Las mujeres se sientan juntas en el extremo exterior del anfiteatro, á donde los hombres nunca penetranEn el viaje de un flamenco, que visitó á España por los años de 1655, se lee lo siguiente: «Los actores no representan con luz artificial, sino con la del día, y, por consiguiente, privan á la escena de sus principales encantos. Sus trajes no son lujosos ni guardan la propiedad debida.

Así, durante los meses propios para los trabajos agrícolas, toda consagracion del campesino flamenco es para la tierra; cuando el invierno hace suspender ó terminar aquellos trabajos, el hogar doméstico se convierte en una pequeña fábrica, ó al ménos un auxiliar de la fabricacion.

A otro perro con ese hueso. Dicen que las señoras de la grandeza cantan flamenco y que los veterinarios echan discursos de filosofía. Esa no cuela. Yo no lo creeré aunque lo vea. Si en algún momento de inundación social ha podido pasar eso, las cosas volverán a su cauce. »Haz lo posible por distinguirte de los demás sin humillar a nadie, se entiende.

¿Qué estás diciendo, Celso? ¡No entiendo una palabra! exclamó riendo la zagala. Los demás también reían sin comprender. Iba el flamenco á proseguir en sus piropos exóticos aprendidos allá en la tierra de María Santísima entre tragos de manzanilla y bocados de gazpacho blanco, cuando una voz bronca gritó desde el corredor vecino: ¡Celso! ¡Celso! Y apareció el rostro espantable de la tía Basilisa.