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Quedó Sancho de nuevo como si jamás hubiera conocido a su señor, admirado de lo que sabía, pareciéndole que no debía de haber historia en el mundo ni suceso que no lo tuviese cifrado en la uña y clavado en la memoria, y díjole: -En verdad, señor nuestramo, que si esto que nos ha sucedido hoy se puede llamar aventura, ella ha sido de las más suaves y dulces que en todo el discurso de nuestra peregrinación nos ha sucedido: della habemos salido sin palos y sobresalto alguno, ni hemos echado mano a las espadas, ni hemos batido la tierra con los cuerpos, ni quedamos hambrientos.

Aqueste gran Señor de esta riqueza El gran Mojo se dice, y es sabido Muy cierto su valor y su nobleza: Su ser, y señorío enriquecido De sus vasallos, fuerzas, y destreza, Por nuestro mal habemos conocido: Que pocos tiempos ha que en cortas trechas, Probamos la fiereza de sus flechas.

También se hallaron allí algunos gentiles-hombres de la casa de Su Excelencia, los cuales asimismo tenían orden de acudir á este caballero cuando quiera que se tocara arma, y todos lo hicieron muy bien, entre los cuales se halló un gentil-hombre que se llamaba Beltrán, que era maestresala de Su Excelencia, y éste se señaló más que todos peleando hasta que el dicho caballero fué tomado, porque todos éstos que habemos dicho no sabían nada de cosa que se hacía dentro el fuerte, antes pensaban que todos estuviesen en sus postas y en los lugares que les habían señalado para que guardasen, y que los otros capitanes y gentiles-hombres particulares que faltaban era por otra causa y no por haberse huído y retirado al castillo.

Por grant sabor que habemos de facer bien e merced al obispo D. Ferrando e al cabildo de la Eglesia catedral de la N. C. de Córdoba la que ganó el muy noble rey D. Ferrando nuestro padre de moros e la pobló de cristianos á servicio de Dios e de Sancta María, e por las almas del muy noble rey D. Ferrando nuestro padre et de la muy noble reina D.ª Beatriz nuestra madre, e por remision de nuestros pecados, dámosles e otorgámosles carta, bien á los que agora y son como á los que serán de aquí adelante, para siempre jamás, las nuestras treinta y tres tiendas que son cerca de la misma Eglesia.

¡Ah! ¡es verdad! nos habíamos olvidado de doña Catalina; hablado habemos de memoria; nos perdemos y acabaremos por no decir dos palabras de provecho, desde ahora hasta la fin del mundo, si hasta la fin del mundo habláramos. ¡Vuestra hija! ¡pobre mujer! ¿y sabéis que yo no escribiría por nada del mundo contra vuestra hija? ¿Tan bien la queréis? Se me abren las entrañas por todos los poros.

Pero ya habemos de haber salido, y caminado, por lo menos, setecientas o ochocientas leguas; y si yo tuviera aquí un astrolabio con que tomar la altura del polo, yo te dijera las que hemos caminado; aunque, o yo poco, o ya hemos pasado, o pasaremos presto, por la línea equinocial, que divide y corta los dos contrapuestos polos en igual distancia.

Pues, ¿qué hermosura puede haber, o qué proporción de partes con el todo y del todo con las partes, en un libro o fábula donde un mozo de diez y seis años da una cuchillada a un gigante como una torre, y le divide en dos mitades, como si fuera de alfeñique; y que, cuando nos quieren pintar una batalla, después de haber dicho que hay de la parte de los enemigos un millón de competientes, como sea contra ellos el señor del libro, forzosamente, mal que nos pese, habemos de entender que el tal caballero alcanzó la vitoria por solo el valor de su fuerte brazo?

Tenian los Reinos de Aragon, Mallorca y Sicilia el estado que habemos referido, cuando los soldados viejos, y Capitanes de opinion, que sirvieron al gran Rey Don Pedro, á Don Jaime su hijo, y últimamente á Don Fadrique en esta guerra de Sicilia, juzgándola ya por acabada, hechas las paces mas seguras por el nuevo casamiento de Leonor con Fadrique, vínculo de mayor amistad entre los poderosos, en tanto que el interés y la ambicion no le disuelven y deshacen, deshecho causa de mas viva enemistad y odios implacables, pareciéndoles que no se podia esperar por entónces ocasion de rompimiento y guerra, trataron de emprender otra nueva contra infieles y enemigos del nombre cristiano en Provincias remotas y apartadas.

Darmux Arráez, Cómitre real, llevó á D. Alvaro en su esquife al Bajá. Joán de Funes volvió al fuerte, dando á entender que había tratado con el Bajá que dejase ir libres á los Capitanes con 25 soldados por compañía. Entrando en el castillo le dijo Diego de Vera: «¿No habemos de saber en qué ley vivimos ó cómo nos rendimosRespondióle no quisiese saber más de que él y sus amigos iban libres.

El ha de ser mi esposo, y justos y honestos impedimentos han estorbado que aún hasta ahora no nos habemos dado las manos. Si dineros fueren menester para alcanzar perdón de la parte, todo nuestro aduar se venderá en pública almoneda, y se dará aún más de lo que pidieren.