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»Pero cuando la muerte arrebata una de las dos mitades de nuestra alma trocando nuestro dulce paraíso en un infierno de desesperación y de dolor, entonces todo ha concluido. A aquel que sobrevive sólo le resta una esperanza: la muerte, que al fin y al cabo reúne en su día a los seres que ella misma ha separado.

Pues, ¿qué hermosura puede haber, o qué proporción de partes con el todo y del todo con las partes, en un libro o fábula donde un mozo de diez y seis años da una cuchillada a un gigante como una torre, y le divide en dos mitades, como si fuera de alfeñique; y que, cuando nos quieren pintar una batalla, después de haber dicho que hay de la parte de los enemigos un millón de competientes, como sea contra ellos el señor del libro, forzosamente, mal que nos pese, habemos de entender que el tal caballero alcanzó la vitoria por solo el valor de su fuerte brazo?

El globo T está iluminado en aquella de sus mitades ó hemisferios que se encuentra vuelto hacia la lámpara, representación del Sol. Esto es el día para todas las regiones de dicho hemisferio. La otra mitad, sumida en la sombra, se encuentra en la noche, y la falta de luz solar le permite ver las estrellas en la parte opuesta del cielo.

En este lado las inscripciones decían: Agencia Campistrón. Contratas. Informes. Representaciones de todas clases. De 10 á 5. E.L.P., dijo Marenval; esto quiero decir: empujad la puerta. Así lo hicieron y al abrirse la puerta apareció ante su vista una pieza triste, empapelada con un papel ajado y dividida en dos mitades por una balaustrada de madera.

En ella se lee que: "juntas en la boca del Igatimí las dos mitades de la subdivision española y portuguesa, han de empezar en este su demarcacion, tomándolo por límite; pues no hay rio alguno que se conosca en el país con el nombre de Igurey, y el Igatimí es el primero caudaloso que entra en el Paraná por su banda occidental, pasado su Salto grande.

Diose en ella un poco de colorete; pero sólo logró hacer resaltar más aun finura increíble de aquella línea recta y sin espesor que dividía su rostro en dos mitades. La fantástica nariz del desesperado notario hacía recordar la varilla de hierro que proyecta su cortante sombra sobre la esfera de los relojes de sol.

Allí cerca había una carreta: con gran destreza y prontitud sus compañeros le echaron a una pierna un lazo corredizo, atando la extremidad del cordel a una de las ruedas de la carreta. El coronel dio la voz de «marchen». Sonaron los tambores y todas las mitades se pusieron en marcha, menos Modesto, que se quedó parado con una pierna en el aire, como los escultores figuran a Céfiro.

Me martiriza usted y me desgarra dijo en voz baja con un acento de suprema desesperación; luego, con un movimiento que no puedo describir, arrancó las dos mitades del ramillete, se quedó con una y me arrojó, por decirlo así, la otra mitad a la cara.

Vilo, y he de decillo, aunque se dude Del hecho que por brujula declaro. Lo que yo pude ver, lo que yo pude Notar fue, que la nube dividida En dos mitades á llover acude. Quien ha visto la tierra prevenida Con tal disposicion, que quando llueve, Cosa ya averiguada y conocida, Por no creer esta verdad estube Mil veces, pero vila con la vista, Que entonces clara y sin legañas tuve.

Apenas le hube reconocido, cuando dije a voces: "¿Adónde tenéis, ladrones, nuestras almas? ¿Adónde están las vidas que nos robastes? ¿Qué habéis hecho de mi hermana Auristela y de las dos, Selviana y Leoncia, partes, mitades de los corazones de mis buenos amigos Carino y Solercio?"