United States or Liechtenstein ? Vote for the TOP Country of the Week !


Se iba notando en la casa la presencia de una mujer hermosa y elegante. Una noche, mientras la cocinera traía el primer guiso, Elena se despojó de una salida de teatro, que por ser algo vieja prestaba servicios de bata. Al desprenderse de esta envoltura apareció descotada, con un traje de fiesta un poco ajado, pero todavía brillante, recuerdo de sus tiempos felices.

Pues una mujer que parecía la Magdalena por su cara dolorida y por su hermoso pelo, mal encubierto con pañuelo de cuadros rojos y azules. El palmito era de la mejor ley; pero muy ajado ya por fatigosas campañas.

Hoy se entregaban a un calavera rico, mañana a un señorito achulado, tal noche a un marido ajeno, tal otra a un pollancón estúpido; y total, alguna cena, algún traje, desempeñar a costa de uno lo que había de lucir con otro, y a la postre el rostro ajado y la juventud malbaratada: vida de moza mesonera, trajín constante, pocas propinas y vejez: mendiga.

Colón había encontrado el resumen de toda la ciencia de su época en el tratado De imagine mundi, del cardenal Pedro de Aliaco, teólogo, matemático, cosmógrafo, astrólogo, y uno de los que asistieron al Concilio de Constanza, donde fue quemado Juan Huss. El ejemplar De imagine mundi le acompañaba en todos sus viajes. Las Casas había visto este libro, ya ajado y cubierto de anotaciones en los últimos años de Colón.

Era uno de esos vehículos prehistóricos de forma anticuada y muelles rechinantes que salen de no se sabe qué depósito de antiguallas para la temporada balnearia y en los que se amontonan dócilmente las más elegantes parisienses, cuyos frescos y airosos trajes hacen resaltar más la desagradable vejez de las banquetas de terciopelo ajado.

Los ojos prominentes, que antes parecían confiados y soñadores, se hubiese dicho ahora que no le habían sido dado más que para ver una sola especie de cosa muy pequeña, como grano muy menudo, que buscaban por todas partes; en fin, Marner estaba ajado y tan amarillo, que, bien que no tuviera aún cuarenta años, los niños lo llamaban siempre el «viejo Marner».

En este lado las inscripciones decían: Agencia Campistrón. Contratas. Informes. Representaciones de todas clases. De 10 á 5. E.L.P., dijo Marenval; esto quiero decir: empujad la puerta. Así lo hicieron y al abrirse la puerta apareció ante su vista una pieza triste, empapelada con un papel ajado y dividida en dos mitades por una balaustrada de madera.

No sabían si aquel desconocido madrugador, con capa raída, sombrero ajado y botas viejas, era un curioso o uno del oficio que buscaba sitio en la catedral para pedir limosna. Molestado por este espionaje, Luna siguió adelante por el claustro, pasando ante las dos puertas que lo ponen en comunicación con el templo.

Freya gemía con los ojos cerrados, sin salir de su inercia. El marino, ceñudo, ajado por la cólera, con una fealdad trágica, siguió inmóvil, mirando torvamente á la hembra caída. Estaba satisfecho de su brutalidad; había sido un desahogo oportuno; respiraba mejor. Al mismo tiempo sentía vergüenza. «¿Qué has hecho, cobarde?...» Por primera vez en su existencia había pegado á una mujer.

Prudentes timoneros Que con membrudos brazos Luchais contra las olas Que agita el huracan, Poned la proa al viento Con ánimo esforzado, Fijando el gobernalle Con mano de tiran! Alzad, de alarma al grito, Vencidos, no domados, Cerniendo la melena Como soberbio leon; Alzad y ante los bustos De hermanos degollados, Levante un pueblo libre Su ajado pabellon.