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Junto al balcón, adosada al muro, y tan inmediata que Febrer podía tocarla con la mano, había un torrecilla con montera de pizarra y antiguos escudos en su pared circular. Era la torre donde había vivido preso Juan Huss antes de marchar a la hoguera.

La fortaleza romana ha desaparecido casi; la iglesia conventual es una ruina; la fábrica prospera, y el nombre de Juan Huss se ha salvado del olvido, porque simboliza la gloria de la conciencia libre, santifica el martirio y condena los crímenes y horrores del fanatismo religioso. El edificio gótico, de interior casi escueto, donde tuvo sus deliberaciones el Concilio, nos inspiró disgusto.

La iglesia del antiguo convento es una bella ruina cubierta de verdura; los claustros y salones de habitacion, que sirvieron de prision á Juan Huss, están hoy ocupados por una fábrica de tejidos de algodon; y á su lado subsisten aún, olvidados, los restos de una fortaleza romana.

La heregía, armada é impetuosa al abrigo de los magnates codiciosos, truena por boca de Wiklef, de Juan de Huss y de Gerónimo de Praga, y conquista cómplices en todos los Estados. Fuerza es confesarlo, aunque con dolor profundo: todo contribuía al progreso de las ideas reformadoras.

Colón había encontrado el resumen de toda la ciencia de su época en el tratado De imagine mundi, del cardenal Pedro de Aliaco, teólogo, matemático, cosmógrafo, astrólogo, y uno de los que asistieron al Concilio de Constanza, donde fue quemado Juan Huss. El ejemplar De imagine mundi le acompañaba en todos sus viajes. Las Casas había visto este libro, ya ajado y cubierto de anotaciones en los últimos años de Colón.

El español pensaba en Mary. A aquellas horas estaría en la penumbra perfumada de su habitación, con la rubia cabecita entre los brazos, durmiendo el primer sueño serio de la noche, cansado el cuerpo y vibrante aún por la más noble de las fatigas... ¡Pobre Juan Huss! Jaime le compadecía como si hubiese sido amigo suyo. ¡Quemarle ante un paisaje tan hermoso, tal vez una mañana como aquélla!... ¡Meterse en la boca del lobo y dar la vida por si el Papa era bueno o malo, o los laicos debían comulgar con vino lo mismo que los sacerdotes! ¡Morir por tales simplezas cuando la vida es tan hermosa y el hereje hubiera podido amenizarla ricamente con cualquiera de las rubias pechugonas y caderudas, amigas de cardenales, que presenciaron su suplicio!... ¡Infeliz apóstol! Febrer compadecía irónicamente la simpleza del mártir.

Los nombres de Juan Huss y su discípulo Jerónimo de Praga, esos heróicos precursores de la Reforma que preparó el triunfo de la libertad de la conciencia, parecen vagar aún por todo el ámbito de la ciudad y darle no qué de solemne y melancólico. En la islita que he mencionado se encuentra una admirable enseñanza que no impresiona al vulgo de los excursionistas.