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Era sublimes; pero lo mismo daba; ya se sabía que era una cosa muy buena. Aquel día la compra duró algo más, pues habiéndole anunciado Maximiliano que almorzaría con ella, pensaba hacerle un plato que a entrambos les gustaba mucho, y que era la especialidad culinaria de Fortunata, el arroz con menudillos. Lo hacía tan ricamente, que era para chuparse los dedos.

Esto está convenido entre don Juan y yo. Eres, pues, una torpe. Perdonad, señora. Pero en fin, ¿don Juan está ahí? , señora; ha venido con una mujer. ¡Con una mujer! ¿y qué trazas tiene esa mujer? Es joven, hermosa, viene ricamente vestida, y parece, según está de pálida y ojerosa, que ha pasado muy mala noche. ¿Dónde están? En el camarín. Vísteme.

Se queda en «mis comparientes de Sevilla» o «los comparientes de Peleches». Bien: ¿y qué? Aguarde usted un poco... ¡canario, qué ricamente está hecho este café! Como obra de las manos de Catana, que no tienen igual para eso. También está rica la mantequilla... Esa es de primera aquí: recuerden lo que les dije de la leche. Pues a lo que íbamos.

Desde que te has ido de mi vera no lo que me pasa, gachona; ni duermo, ni como, ni sosiego, ni un momento dejo de pensar en ti. ¡Y yo que me figuraba que podía vivir tan ricamente sin verte! ¡Sin duda me has echado algunos polvos en la comida antes de irte, gitana!

Vestido completamente de negro, a la moda de los acróbatas, llevaba polainas de gamo que caían en numerosos pliegues sobre su pierna, y una gorra de marinero sobre la que flotaba una pluma blanca; montaba con una destreza y una elegancia poco comunes, un pequeño caballo blanco enjaezado a la morisca, lleno de vigor y de fuego; en fin, largas pistolas ricamente damasquinadas pendían de los arzones de su silla, y él no llevaba más que uno de esos sables cortos y estrechos que usan los marinos de guerra.

Pero ya verás qué ricamente lo pasamos a pesar de cuanto dice en sus sermones y soflamas el señor de Salvatierra... Pero que no sepa el padrino lo que yo digo de su camará, pues tocarle a don Fernando es peor que si yo te fartase a ti, pongo por caso. Rafael hablaba de su padrino con veneración y miedo al mismo tiempo.

Trabajo costó abrir estrecho paso á los príncipes y su séquito entre aquella masa compacta, que los saludó con aclamaciones atronadoras. Tras ellos fueron llegando numerosos nobles y damas ricamente ataviadas y pronto quedaron llenas las tribunas, relucientes de oro y pedrería.

Yo estoy acostumbrada a la vida de pueblo... ¡como que no he salido de él...! Pero , aunque goces en el campo, has viajado mucho y no puedes menos de sentir el aburrimiento de esta soledad... Háblame, pues, francamente. ¿Vas con gusto a Madrid? Pues Elena va con gusto a Madrid. ¿Prefieres quedarte en el Sotillo? Pues Elena se queda tan ricamente en el Sotillo.

Al abrir la puerta quedó inmóvil en el quicio unos momentos lo mismo que había hecho el otro , para darse cuenta del efecto producido por su llegada. Iba vestido de frac; pero un frac extraordinario y deslumbrante, cuyas solapas estaban forradas con seda labrada de gruesas y tortuosas venas, iguales á las de la madera, y llevaba, además, un chaleco blanco ricamente bordado.

Casado con ella, vivió con tanta pompa y decoro, dando comidas y saraos y paseando en quitrín, acompañado de su mujer, tan ricamente vestida que parecía la reina de Saba, que se empeñó, hipotecó los predios urbanos y rústicos y acabó por tener más deudas que pelos en la cabeza.