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Mucho peor: tengan cuidado. Aunque hablaban con misterio, la niña se enteró, y preguntó con ansia. ¿Mi padrino? Ellos ya bajaban la escalera y no respondieron nada. Rita aceleró el paso llena de inquietud. Carmen tenía los ojos muy abiertos en la semioscuridad del pasillo, y toda su alma se asomaba por ellos como escudriñando las tinieblas del porvenir.

, cuando supe que había muerto, cuando supe cómo había muerto en el acto, sin tener necesidad de reflexionar me dije que yo sería soldado... ¡y seré soldado!... Mi padrino, y vos, señora, os ruego que no os opongáis... El niño se echó a llorar en una verdadera crisis de desesperación. La Condesa y el abate lo calmaron con dulces palabras.

Mientras procuraba resolver este problema, Bettina, de repente, le dijo a media voz: ¡Señor Juan, señor Juan! ¿Señorita? Mirad al señor cura, se ha dormido. ¡Oh, Dios mío! yo tengo la culpa. ¡Cómo! ¿vos tenéis la culpa? preguntó madama Scott, en voz baja también. ... mi padrino se levanta al alba y se acuesta muy temprano; me recomendó mucho que no le dejara dormir.

¡Ole por el padrino! gritaron los compadres con entusiasmo. Y entre el furioso palmoteo de todos la novia y el padrino chasquearon los palillos y empezaron á moverse acompasadamente uno frente á otro. La cantaora, con voz penetrante, cantó: «Á la señora novia sacadla á bailar, para que se despida de su mocedad.» ¡Bueno va! ¡Oblíguela usted, padrino! ¡Vivan las novias saladas!

Hablando con el viejo en la puerta de la casucha, miraba adentro con cierta inquietud, como si temiese la aparición de María de la Luz. En la huida a la sierra, Fermín se lo había contado todo... todo. ¡Ay, padrino! ¡y qué gorpe me han dao!

Pero no, era algo más que compasión, ¿pues sabéis lo que hizo al día siguiente? Vino a las cinco de la mañana, con un tiempo horrible, a verme pasar con el regimiento, y allí su modo de decirme adiós... ¡Ah! ¡padrino, padrino!... Pero, entonces dijo el pobre cura, completamente trastornado, enteramente desorientado; pero entonces yo no comprendo nada. ¡Si tu la amas, Juan, y si ella te ama!...

Quedóse algo asombrada Carmencita de la actitud turbada del que llamaba su hermano; apoyándose en la reja oía cómo se alejaba el caballo de Salvador y pensaba: ¡Es que está malo, de verdad, el padrino! Habían colocado una lámpara sobre la mesa, y don Juan y don Pedro se pusieron a mirar al de Luzmela. Parecía más hundido en el sillón que otras veces y como si los ojos se le hubiesen agrandado.

Tendremos todo el día y toda la noche una excelente silla de posta en la aldea de Rongemare, á un kilómetro del sitio en que debes encontrar á tu mujer.... Esté usted tranquilo, padrino; no perderé la ocasión. El tiempo apremia ... y acabaremos por ser despistados. Es premiso, pues, violentar las cosas y si hay resistencia....

Bien , hijo mío, que hablamos de cosas en que no soy muy entendido... pero, en fin, los dos sois buenos, jóvenes, encantadores... la amas... ella te ama... ¡y no podríais!... ¡Y su dinero, padrino, y su dinero! ¡Qué importa su dinero! ¡qué tiene que ver su dinero! ¿Acaso la has amado por su dinero?... Pues a pesar de su dinero, mejor.

La noche del entierro de su padre, el abate Constantín lo llevó consigo al presbiterio. El día había sido lluvioso y frío. Juan se hallaba sentado junto al fuego; el sacerdote leía su breviario; la vieja Paulina iba y venía arreglando todo. Una hora pasaron sin pronunciar una palabra, cuando Juan, de repente, levantando la cabeza dijo: Padrino, ¿mi padre me ha dejado algún dinero?