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Vamos, papaíto; esta noche solamente repitió la joven con mimo, besándole la mano que tenía cogida. No puede ser; me aburro y me duermo. ¿Por qué no vas con las de Enríquez? Pues por eso precisamente. He ido convidada una porción de veces, y me da vergüenza no llevarlas alguna vez. Manda por un palco, y llévalas. Bien sabes que eso no puede ser, papá.

Creía ver a la muerte en persona, tal como los imagineros de la Edad Media la habían representado en los misales. Si me duermo pensaba , nadie vendrá a despertarme; me han dejado aquí para que me muera. Un gran reloj de Boule marcaba las horas sobre la chimenea. Los golpes secos del péndulo, la regularidad inflexible del movimiento, le crispaban los nervios: rogó a la condesa que parase el reloj.

»No quiero pensar en Joaquín, ni en mi abuela, ni en mi hermano, ni en mis botas rotas, a ver si de este modo me olvido y duermo. Meteré la cabeza debajo de la almohada. ¡Ah!, esto me da algún descanso... Hace dos semanas que no veo a Joaquín, y me parece que hace mil años. ¡Estuve tan fuerte aquel día!... ¡Me fingí tan incomodada!

Lleva usted razón.... Dios sobre todo aprobó el señor Joaquín, arrancando doliente suspiro de la vasta cavidad de su pecho. Esta noche, con el mal rato, la condenada asma va a darme qué hacer.... Encuentro ya la respiración muy corta. Dormiré, si duermo, casi incorporado.

La buena condesa duerme en una pieza inmediata, al lado del pequeño marqués. Cuando digo que duerme, es para que no se enfade. La veo a mi lado cuando me duermo, la encuentro en el mismo sitio al abrir los ojos, pero me guardaré muy bien de decirle que ha pasado la noche fuera de su cama. El doctor ocupa una habitación del mismo piso, pero más alejada.

Soy un funcionario de Gracia y Justicia lo mismo que ustedes... y con treinta años de servicios. Que pregunten por Nicomedes: todo el mundo me conoce; hasta los periódicos han hablado de . Y después de alojarme en la cárcel, ¿aún quieren hacerme dormir en un desván que ni para los presos sirve? Muchas gracias. ¿Para esto me ordenan venir?... Estoy enfermo y no duermo ahí.

Yo podría vivir en una buhardilla o ser huésped de una familia cristiana; pero tengo los libros, que son mi familia, y pago un cuarto de ocho duros para que estén bien alojados. No tengo sillas, no tengo cama, no enciendo luz, duermo en el suelo sobre un jergón; pero las obras están en sus estantes, hermosas y limpias como puedan estar las de un seminario o un obispado.

Pero al fin, señorito, ¡aquí le manda Primitivo! Bah.... A Primitivo le puedo yo dar tres docenas de puntapiés, si se me hinchan las narices, sin que el juez me venga a empapelar.... No lo hago; pero duermo tranquilo con la seguridad de que lo haría si quisiese. ¿Cree usted que Sabel irá a quejarse a la justicia de los culatazos de hoy? Esta lógica de la barbarie confundía a Julián.

-No entiendo eso -replico Sancho-; sólo entiendo que, en tanto que duermo, ni tengo temor, ni esperanza, ni trabajo ni gloria; y bien haya el que inventó el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita la hambre, agua que ahuyenta la sed, fuego que calienta el frío, frío que templa el ardor, y, finalmente, moneda general con que todas las cosas se compran, balanza y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto.

No como, por miedo a que entre en mi cuerpo con la comida, ni duermo temiendo que me coja en sueños y me lleve antes de despertar. Gracián se rió de estos pueriles temores, y también se habría reído el subdiácono si no estuviera muy ocupado en ahuyentar las moscas que invadían su cara. Maricadalso le vio dando manotadas.