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Actualizado: 14 de julio de 2025


De pronto, sintió pasos en el cuarto; entreabrió los ojos y creyó reconocer a su hermana, y con voz somnolienta le dijo: ¿Sabéis?... lo amo. Chit... ¡Dormid, dormid! Duermo, duermo. Y se durmió en realidad; mas no tan profundamente como de costumbre, pues a las cuatro de la mañana despertose sobresaltada por un ruido, que la víspera no habría turbado absolutamente su sueño.

Cuando llegue el padre Gracián, entras y si duermo, me despiertas.... Hoy no como. Pasada la hora de la siesta vino el padre Gracián. Era un mocetón de alta estatura, de treinta y ocho o cuarenta años de edad, moreno, los labios gruesos, la nariz aberenjenada, áspero el pellejo y curtido, como formado expresamente por Dios para resistir a los abrasadores climas del trópico y a los hielos polares.

Se muere mi tío el arcipreste y va á cerrarle los ojos. ¡Ah! pues si no puedo ver á vuestro tío, me importa poco que tarde nuestro hombre; entre tanto á dormir me echo. ¡A dormir! ; he encontrado aquí un poyo bienhechor, y estoy cansado. Y luego, ¿de qué hemos de hablar? No conocéis á esta dama... no puedo aconsejaros á ciencia cierta... me callo, pues, y duermo. Avisadme cuando sea hora.

Mi lampara va a apagarse; por mas que quiera reanimar su luz moribunda; no podra durar tanto tiempo como mi desvelo. Si parece que duermo, no es el sueno el que embarga mis sentidos y si el descaecimiento que me causan una multitud de pensamientos que afligen mi alma y a los cuales no me es posible resistir.

¡Oh! ¡tenéis sueño, amigo mío!... pues bien, en vuestra casa estáis; voy... Estáos queda... tengo mucho, muchísimo sueño: necesito urgentemente dormir, y en Madrid no duermo... es decir, no paso en Madrid esta noche, á lo menos por voluntad mía. ¿Cómo? ¿nos dejáis?

Señora contestó con mucha sorpresa. ¿Usted aquí á estas horas? ... con esa fiebre ... ¿No está usted enferma? ¿Yo? ... murmuró ella con una especie de extravío; ¿yo? ... no ... yo estoy buena. Estoy mejor. Creí que estaría usted durmiendo. Le conviene el reposo. Yo contestó ella con una singular entonación que alarmó á Lázaro, yo ... yo no duermo, yo no puedo dormir.

Aquí es donde yo duermo la siesta cuando me canso de andar por el campo. En uno de los ángulos había una soberbia cama de roble tallado y enteramente negro por los años. Era una de esas camas del siglo XV que vuelven locos a los anticuarios. Las colgaduras antiquísimas también. Sobre los colchones estaba extendido un tapiz moderno de damasco.

Hízolo así don Quijote, pareciéndole que las razones de Sancho más eran de filósofo que de mentecato, y díjole: -Si , ¡oh Sancho!, quisieses hacer por lo que yo ahora te diré, serían mis alivios más ciertos y mis pesadumbres no tan grandes; y es que, mientras yo duermo, obedeciendo tus consejos, te desviases un poco lejos de aquí, y con las riendas de Rocinante, echando al aire tus carnes, te dieses trecientos o cuatrocientos azotes a buena cuenta de los tres mil y tantos que te has de dar por el desencanto de Dulcinea; que es lástima no pequeña que aquella pobre señora esté encantada por tu descuido y negligencia.

¿Cómo me voy a componer? ¿Cómo me he compuesto? es lo que debieras preguntar. Pues qué, ¿me duermo yo en las pajas? Ya lo tengo todo concertado. El ministro cuenta conmigo. Yo les he probado que no es natural, sino artificial, el diputado que de aquí enviamos, y, como ahora está en la oposición, el Gobierno le derrotará con mi auxilio en las nuevas elecciones, que serán pronto.

Tengo el oído siempre alerta, y hasta cuando me duermo paréceme que no se me escapa ningún rumor. Díjole ella cuerdamente que todo cerebro enfermo pide inacción; que le convenía entregar sus sentidos a la indiferencia y al descanso; que mientras estuviese en la cama no se le había de dar conversación, y que ni aun sus hijos debieran entrar en la alcoba.

Palabra del Dia

buque

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