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Quando hay principios y verdades fundamentales, que se ignoran por falta de estudio y aplicacion, ó no se descubren por negligencia, son claros los remedios que se han de aplicar, pues consisten en trabajar contra la ignorancia, dexar la pereza, y aplicar todo el cuidado en descubrir la conexîon que tiene con las verdades fundamentales aquello que se quiere saber.

En su lugar oportuno hablamos de las causas de la negligencia, mostrada por Lope, y por la mayor parte de sus coetáneos en la impresión de las obras dramáticas. A los perjuicios indicados entonces, que impedían á los poetas sufragar los gastos de impresión, hay que añadir otro, que gravaba á otras partes de la literatura.

24 La mano de los diligentes se enseñoreará; mas la negligencia será tributaria. 25 El cuidado congojoso en el corazón del hombre, lo abate; mas la buena palabra lo alegra. 26 El justo hace reflexionar a su prójimo; mas el camino de los impíos les hace errar. 4 El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será engordada.

El Papa trabajaba con vehemencia; el Duque de Saboya no era obstáculo; la llegada á España de la flota de galeones consentía el refuerzo de ejército y armada. ¡Qué letargo el de Francia; qué negligencia en Inglaterra; qué dolor no haber interceptado los tesoros de las Indias, siguiendo el plan que él mismo entregó á la Reina!

Su persona tenía las trazas de una negligencia habitual y su traje estaba mal cuidado. Sin embargo, había en el aire del viejo squire algo que lo distinguía de los agricultores de la parroquia. Estos eran quizá, bajo todo respecto, tan refinados como él, pero se habían arrastrado penosamente por el camino de la vida con la conciencia de estar en la vecindad de hombres que les eran superiores.

A pesar de esto, no negamos que errores de la especie mencionada puedan provenir verdaderamente, ya de ignorancia, ya de negligencia.

Al saberlo tuvo un fuerte altercado con su tío, le recriminó con dureza su negligencia y le dirigió algunas palabras ásperas: el pobre D. Manuel apenas supo defenderse: quedose cortado y confundido, murmurando torpemente algunas disculpas.

La culpa la tiene la tierra, cuya disimulada inmovilidad, parece siempre inocente, mientras filtra por debajo la playa las aguas de los riachuelos, mezcla dulce y blanquizca que no permite consolidar el terreno. El primer culpable es el hombre, por su ignorancia y su negligencia.

Sentóse con negligencia en una silla, levantó un poquito el velo del sombrero y se puso a examinar con distracción las joyas recién llegadas que el dependiente de la tienda fué exhibiendo. Era lo peor que pudo hacer para librarse de las miradas de su adolescente adorador.

Era la vez primera desde mi cambio de condición que me hallaba mezclado en una reunión mundana. Habituado en otro tiempo á las pequeñas distinciones que la etiqueta de los salones acuerda en general al nacimiento y á la fortuna, no recibí sin amargura los primeros testimonios de la negligencia y el desdén á que inevitablemente me condenaba mi nueva situación.