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Actualizado: 21 de septiembre de 2024
Los piés y manos están temblorosas y heladas, pero no azuladas; no hay sed, pero sí existe, como en todas las discrasias que alteran profundamente la economía, una gran sensibilidad al frio, frio que penosamente se corrige en la cama, pero que solo con esta circunstancia se mejora. Además, el movimiento aumenta el frio, y parece que cada esfuerzo obra disminuyendo la suma de fuerzas radicales.
Calla, eso no se le dice a un hombre como yo. ¿Crees que pueden quedar así las cosas? No te forjes ilusiones: aquello acabó para siempre. Ya que no supiste quererme, veremos si sabes respetarme. Adiós, adiós, Juan, que se hace tarde y puede venir gente. Esto dijo con la voz penosamente entrecortada y los ojos nublados de las mal contenidas lágrimas.
Tiraban los bueyes penosamente, como si fuese á estallar la testuz bajo el yugo, esforzándose entre los gritos y los pinchazos de los conductores que los azuzaban coreados por sus partidarios, y cada vez que una piedra, con nervioso tirón, avanzaba algunos pasos, sonaba un clamoreo de los espectadores.
Para reverenciar el pasado, nos dirigimos en peregrinación á las ruinas de las ciudades muertes, y contemplamos con emoción uniformes montones de piedras, porque sabemos que bajo esos escombros yacen los huesos de hombres que trabajaron y sufrieron por nosotros, creando penosamente con la miseria y la lucha la preciosa herencia de experiencias que llamamos historia.
Al verme tan diferente de ellos, me tomaron por un espía y un día en que el vigilante se ausentó por unos instantes del campo en que trabajábamos penosamente al sol, se arrojaron en grupo sobre mí. Su plan era muy sencillo. Estábamos arrastrando por el camino un enorme rodillo para aplastar la piedra y decidieron echarme delante de aquella pesada masa y pasarla por encima de mí.
También conocía ese hombre el secreto del cardenal, mientras yo lo ignoraba. Permanecimos sentados en esa pequeña y anticuada habitación hasta que el crepúsculo se convirtió en noche profunda, y ella se levantó penosamente y encendió la lámpara. A la luz noté, sobresaltado, cómo había cambiado su dulce rostro.
Tuve miedo y la llamé por su nombre; entonces una ligera sonrisa pasó por su rostro; se volvió penosamente y me miró de frente. ¿No te sientes bien, Marta? Sacudió la cabeza con expresión dolorida y cerró un poco la mano. Eso quería decir: Ven, siéntate a mi lado. Tomé su cabeza entre mis brazos y de repente un calofrío sacudió su cuerpo; oí que sus dientes castañeteaban.
Incorporose el anciano estremecido y corrió bamboleándose débilmente hacia la puerta. Estaba abierta. Por ella llegaba el tumulto de una gran ciudad que despierta, y entre este tumulto las pisadas del hijo pródigo que se perdían a lo lejos, para siempre. El coche se deslizaba penosamente por la estrecha carretera, dando frecuentes sacudidas.
No; ahora que he salido no me volveré; voy a quedarme aquí afuera dijo Godfrey, cuando llegaron frente a la posada de Marner . Podéis venir a decirme si puedo servir para algo. En verdad, señor, que sois muy bueno; tenéis un corazón tierno dijo Dolly, dirigiéndose hacia la puerta. Godfrey estaba demasiado penosamente preocupado para sentir algún remordimiento por aquel elogio inmerecido.
Suspiró penosamente, sacudió la cabeza para echar hacia atrás una trenza que le caía sobre el hombro, y murmuró bajito, bajito, tal vez deseosa de no ser oída: Aun no he dicho todo... y debo decirlo. ¡Oyeme, por piedad! No quiero decirlo... pero el corazón me grita: ¡Habla! ¡Habla! Pues, dímelo! Sí, Rodolfo: no soy digna de tí.
Palabra del Dia
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