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No se podía vivir, como los cadáveres de los magnates faraónicos, en una tumba lujosa, ungidos de perfumes, rodeados de todo lo que sirve para el alimento y el sueño. Nacer, crecer, procrearse y morir no bastaba para formar una historia: todos los animales hacían lo mismo. El hombre debe añadir algo más que sólo él posee: la facultad de imaginarse el porvenir... ¡soñar!

Para elegir un abad se echaba mano del personage mas temido de la comarca; por otra parte los magnates ambicionaban los bienes de la iglesia, la mitra y el báculo, y los conseguian en cambio de su protectorado. De aquí desórdenes irremediables, violacion de reglas, desprecio de los cánones, olvido de los estudios, depravacion del clero, ignorancia universal.

Danvila viene a corroborar una vez más el concepto que yo tengo de este rey, contra el cual, durante su vida y después de su muerte, se han lanzado las más duras acusaciones y las más apasionadas injurias, sin que yo acierte a conceder que fuese menos benigno, más hipócrita o más desalmado entre multitud de otros monarcas, príncipes y magnates del Renacimiento.

No es extraño pues que con tales maestros hubiesen alcanzado alto renombre los telares sevillanos, y que en nuestra ciudad fuese extraordinario el número de los destinados á la producción de las ricas y costosas telas, de las cuales, desgraciadamente, no quedan más memorias que las citas que á cada paso halla el curioso rebuscador de papeles viejos, al leer los inventarios de los templos y de las casas de nuestros magnates.

Los señores del pueblo se apresuran a visitar al forastero y a ponerse a sus órdenes; y así lo hicieron con D. Gregorio los principales magnates o próceres de Villafría. Claro está que la visita, aunque por cortesía se haga, no es menester que se encierre dentro de los límites de la mera cortesía.

Todos los que han escrito de nuestras antiguas cosas sagradas se han deshecho en alabanzas de la hermosura y riqueza, de la magnificencia y fasto de muchos templos erigidos durante los siglos VII y VIII por nuestros reyes, prelados y magnates.

Un suceso de poca monta vino a decidir a María. Su tío Rodrigo, marqués de Revollar, que era uno de los magnates más importantes de la corte del Pretendiente, teniendo noticia de su acendrada fe y de las relaciones que mantenía con los partidarios de la monarquía católica en Nieva, le escribió desde Bayona preguntándole si se prestaría a servir de intermediario de la correspondencia entre él y don César Pardo, presidente de la junta carlista.

Era asombroso ver cuántas caras conocidas encontré esa mañana; pares ingleses y sus esposas, miembros del parlamento, magnates financieros, tiburones de la City, grandes fabricantes y turistas de todas las nacionalidades y condiciones. Su alteza el Conde de Turín, que volvía de los ejercicios, pasó a caballo riendo con su edecán y saludando a todos aquellos que conocía.

Entre estas se conocían los llamados chamorris ó antiguos magnates, que si no tenían la almenada torre y el rollo de sus inmunidades, con los atributos de mesnaderos de horca y cuchilla de nuestros antepasados, poseían en toda su desnudez cuantos abusivos derechos se irroga el fuerte contra el débil, en todo pueblo en que ni el cristianismo ha suavizado los sentimientos, ni la civilización las costumbres.

Las casas de recreacion que por los alrededores de Córdoba y su fértil campiña tenian diseminadas los califas y magnates eran muchas, y se designaban todas con poéticas denominaciones análogas á sus peculiares distintivos, á los fines á que estaban consagradas, ó al objeto ideal que habian querido realizar sus dueños.