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Actualizado: 16 de julio de 2025


La nostalgia de Lancia, de la tertulia de Quiñones, y sobre todo de las burlas de su colega Valero, le impulsaron a dejar la patria gallega para venir de nuevo a habitar entre los lacienses. Valero, ascendido a presidente de sala, más ajado cada día, más jaranero y ceceoso, se sienta a la izquierda del prócer.

Algunas hebras negrísimas entre muchas canas, y alguna línea suave en el ajado rostro, restos miserables de encantos vencidos por el tiempo, atestiguaban de que doña Manuela no fue fea, mas sin que la fisonomía ni el talle acusasen picardía o donaire.

Algunas veces la había visto, pero tan furtivamente y a través de tan gran turbación, que en cada una de aquellas ocasiones me había parecido que era víctima de un ensueño penoso. De aquellas fugaces apariciones me quedaba la impresión de una imagen extraña, de un rostro ajado como si los negros colores de mi alma se hubieran desteñido sobre aquella radiante fisonomía.

Y Juanito, que hasta entonces había permanecido silencioso, contemplando a su madre con la misma expresión de arrobamiento que si fuese un amante, se apresuró a cumplir su deseo, y casi la arrebató el ajado billete que había sacado del limosnero, corriendo después al mostrador. ¡Cómo la quiere a usted ese chico, Manuela! dijo el comerciante. No puedo quejarme de los hijos.

Molina contestó en el mismo tono, y abriendo la puerta del estudio, mandó salir al deán; éste creyó desconocida y burlada su autoridad, el pintor consideró ajado su decoro de artista, y tales cosas se dijeron, uno bajando la escalera, y otro desde arriba, que nunca más pudo haber entre ellos paz ni avenencia.

eres literato y escritor; y ¡qué tormento no te hace pasar tu amor propio, ajado diariamente por la indiferencia de unos, por la envidia de otros, por el rencor de muchos! Preciado de gracioso, harías reír a costa de un amigo, si amigos hubiera; y no quieres tener remordimientos.

En el extremo del salón y acurrucada en un gran sillón de terciopelo de Utrecht de un amarillo ajado, estaba Elena Lacante. Esperó para levantarse a que estuviese yo muy cerca de ella, y se estuvo tiesa delante de , sin ofrecerme la mano y mirándome furtivamente a través de las largas pestañas negras de sus párpados medio cerrados.

Al verle no fueron dueños de reprimir un ademán de sorpresa y cambiaron una mirada llena de secretos temores. ¡Le encontraban tan ajado, tan decrépito!... Pero él estaba tan tranquilo como ellos alarmados.. El que iba a abandonar este mundo se disponía a hacerlo con júbilo, y en cambio estaban tristes los que aquí quedaban.

Y se retiró alicaído y cabizbajo, mortificado por su amor propio, ajado y deprimido, y dejando en poder de su cliente un documento firmado en que constaban prolijamente las circunstancias y pormenores de su desventura. Reflexionó con calma, y vio que lo mejor era echar tierra al asunto y pagar sin decir una palabra. ¡Y pagó su chapetonada !

Y sacó un papel ajado y le desenvolvió. ¡Cuidado! ¡cuidado con lo que hacéis! no vaya á caer el tósigo en algún otro plato dijo el bufón dando la confitura al cocinero y apartándole del bufete donde los otros platos estaban servidos . Hacedlo aquí. Ni veo, ni lo que me hago dijo el cocinero mirando con terror los polvos rojizos que contenía el papel. Pues ved de ver dijo el bufón.

Palabra del Dia

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