Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 27 de mayo de 2025
Al encargarse del gobierno político y militar del Callao, en 1824, el brigadier don José Ramón Rodil, hallábase condecorado con las cruces de Somorso, Espinosa de los Monteros, San Payo, Tumanes, Medina del Campo, Tarifa, Pamplona y Cancharrayada, cruces que atestiguaban las batallas en que había tenido la suerte de encontrarse entre los vencedores.
Su aspecto era verdaderamente aterrador; había caído fulminada por un violento golpe de sangre; estaba sin conocimiento, insensible, relajada y en una inmovilidad absoluta. Era una masa inerte, en la cual sólo la persistencia de la respiración y los latidos del corazón que llegamos a percibir, atestiguaban que la vida aún no se había extinguido.
Así lo atestiguaban Isabel, Paquito y los demás, hablando confusa y atropelladamente, porque la indignación no les permitía expresarse con claridad. Disputábanse la palabra y se cogían a la tiita, empinándose sobre las puntas de los pies. Pero ¿dónde estaba el muy bribón? Jacinta vio aparecer su cara inteligente y socarrona. Cuando él la vio, quedose algo turbado, y se arrimó a la pared.
Innumerables retratos del diestro, de pie, sentado, con la capa tendida o entrando a matar, atestiguaban el cuidado con que los periódicos reproducían los gestos y diversas actitudes del grande hombre. Sobre la puerta veíase un retrato de Carmen puesta de mantilla blanca, que hacía resaltar más aún la negrura de sus ojos, y con un golpe de claveles en la obscura cabellera.
Lo único cierto era que había vivido en Túnez en un palacio a orillas del mar, con una mora de espléndida belleza, parienta de su amigo el Bey. Dos cartas atestiguaban en el archivo esta dulce e incomprensible esclavitud. Al morir la musulmana, don Príamo volvía a Malta, dando por terminada su carrera.
La vizcondesa estaba tan admirada como encantada del rápido y relativamente fácil triunfo con que terminara su doble campaña, diciéndose a sí misma, no sin fundamento, que la débil resistencia opuesta por sus dos enamorados amigos, atestiguaban con victoriosa elocuencia cómo ellos mismos estaban en el fondo convencidos de la irregularidad y de los peligros de la recíproca situación.
Nada se oía: sólo el viento agitaba a veces el ramaje de los árboles vecinos, obligándolo a chocar contra las persianas; la luz intensa desparramaba su claridad hasta los rincones, y sobre el paño oscuro que cubría la mesa, las cuartillas, unas vírgenes de plumadas, otras ya escritas, atestiguaban de la laboriosidad de Pepe.
Cuando Muret se marchó, después de haber ordenado un reposo absoluto y elogiando mucho a Elena por su sangre fría y por la prudencia de sus cuidados, fui a buscarla al jardinito, donde estaba sentada en el sillón habitual de su padre, a la sombra del tilo y en una postura un poco caída. Sus ojos hundidos y su palidez atestiguaban su emoción.
Sus labios apretados, sus narices abiertas, la palidez repentina de su frente atestiguaban el combate interior por que pasaba. Repentinamente bajando su látigo como para saludar. ¡Pues bien dijo perdón! En el mismo instante castigó violentamente su caballo, y partió al galope dejándome en medio del camino. No la he vuelto á ver después. 30 de julio.
Mis ojos negros no hacían pensar que yo me impacientase en las tristezas de la espera de un esposo soñado; mis cabellos indisciplinados, de matices cenicientos, no atestiguaban un carácter melancólico, y mi sonrisa no indicaba ninguna decepción del corazón. La abuela sonrió maliciosamente sin dejar de mover la cabeza. Sí, sí; confieso que no has llegado todavía a la decrepitud.
Palabra del Dia
Otros Mirando