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Alarmado y herido el pintor en su ternura paternal, acusó a la huérfana de insensibilidad, de vano orgullo, de sequedad de alma, preguntándose si sus mismos sentimientos serían jamás comprendidos por aquel corazón de acero, diciéndose también que, de continuar persiguiendo su ensueño amoroso, comprometía la dicha de su hija, ¡el adorado encanto!

El verbo es no expresa union de predicado con el sujeto, sino identidad; cuando va acompañado de la negacion diciéndose no es, se expresa simplemente la no identidad, prescindiendo de la union ó separacion.

Libon ó Libong, pues de ambos modos se pronuncia, significan el acto de matar salteando. Libong es palabra anticuada, diciéndose hoy Ribong que es confusión intelectual, ó acto de engañar á uno en alguna cuenta. Tomando en pasivo aquella palabra, significa marearse. Me inclino á creer que la etimología de Libon hay que buscarla en la palabra bicol Libtong, que quiere decir sitio profundo.

«Por aquí» dijo Santa Cruz señalando un arco que era la única salida. Y cuando pasaban por aquel túnel, al extremo del cual se veía otra plazoleta tan solitaria y misteriosa como la anterior, los amantes, sin decirse una palabra, se abrazaron y estuvieron estrechamente unidos, besuqueándose por espacio de un buen minuto y diciéndose al oído las palabras más tiernas. «Ya ves, esto es sabrosísimo.

Si la mujer falta, divorcio al canto, y dejar que obre la lógica, pues ella castiga sin palo ni piedra». Y Fortunata se persignaba, llena de admiración, diciéndose: «¿Pero será verdad, Dios mío, que a mi marido le ha entrado un gran talento, o estas cosas que dice son farsa para tapar una mala idea? ¿Qué haré yo para que se marche pronto?

No era la aventurera audaz, no la mariposuela de vuelo bajo que anda buscando una bujía donde quemarse las alas; y el viajero, diciéndose esto a mismo, se asombraba de tan confiado sueño, de aquella criatura que descansaba tranquila, sola, expuesta a un galanteo brutal, a todo género de desagradables lances; y se acordaba de una estampa que había visto en magnífica edición de fábulas ilustradas, y que representaba a la Fortuna despertando al niño imprevisor aletargado al borde del pozo.

Hizo entonces el otro jesuita que el padre Mateu se volviese a Loyola antes que cerrase la noche, acompañándole don Federico en el coche que esperaba, y los dos ancianos, los dos moribundos, separáronse sin pesar, como dos amigos que en el dintel de un palacio en que han de entrar por puertas distintas se estrechan la mano diciéndose: ¡Hasta luego!...

La expresaba diciéndose que tal vez se alegraría de no estar tan alegre. La impaciencia y vivacidad de Bringas se manifestaban en una fiebre de intervención doméstica, en un como delirio de administración, vigilando sin ver y dirigiendo todo lo mismo que si viera. Ni un instante dejaba de promulgar disposiciones varias, y él mismo se contestaba a las preguntas que hacía.

Otros llevaban al niño de la mano: él llevaba dentro al niño Amor, que, aposentado en su corazón y su pensamiento, lugares donde antes jamás entró, corría de uno para otro. La sala estaba a media luz: don Juan, que llevaba tres horas diciéndose: «Principal, número nueve», miró al palco.

Tenía miedo de estos enternecimientos que no servían para nada». La luna la miraba a ella con un ojo solo, metido el otro en el abismo; los eucaliptus de Frígilis inclinando leve y majestuosamente su copa, se acercaban unos a otros, cuchicheando, como diciéndose discretamente lo que pensaban de aquella loca, de aquella mujer sin madre, sin hijos, sin amor, que había jurado fidelidad eterna a un hombre que prefería un buen macho de perdiz a todas las caricias conyugales.