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Actualizado: 10 de julio de 2025


Así discurría Amparo, mientras bajaba hacia la Puerta del Castillo, defendida todavía, como in illo tempore, por su puente levadizo y sus cadenas rechinantes. Al propio tiempo subían unas señoras, con las cuales se cruzó la cigarrera.

Rumores extraños de misales que se cierran, de goznes rechinantes, de papeles de música que se arrollan, de cortinas que se corren tapando un santo, de llaves que crujen en la enmohecida cerradura, de acólitos que tropiezan corriendo hacia la sacristía, de rosarios que se guardan, sustituyeron á la imponente salmodia de antes; y las pisadas de los hombres y las faldas de las mujeres levantaron ligera nube de polvo que subió á confundirse con los desgarrados celajes del incienso, vagabundos aún por las altas bóvedas, como los jirones de nubes que corren por el cielo después de una tempestad.

Tiraban al florete, y entonces los ojos del guerrillero se animaban; seguía con atención los movimientos de los fingidos duelistas y aun arrojaba alguna palabra picante o algún comentario de maestro entre los rechinantes aceros. Pero de repente decía «basta» y los dos atletas soltaban el florete y se quitaban la máscara, sacando a luz el rostro sudoroso.

Hízose así, y él volvió en su acuerdo, a tiempo que ya un carro de las rechinantes ruedas llegaba a aquel puesto.

Era uno de esos vehículos prehistóricos de forma anticuada y muelles rechinantes que salen de no se sabe qué depósito de antiguallas para la temporada balnearia y en los que se amontonan dócilmente las más elegantes parisienses, cuyos frescos y airosos trajes hacen resaltar más la desagradable vejez de las banquetas de terciopelo ajado.

Sobre el zumbido confuso y monótono que producían los miles de conversaciones sostenidas a la vez en toda la plaza, destacábanse los gritos de los vendedores sin puesto fijo, agudos y rechinantes unos, como chillido de pájaro pedigüeño, graves y foscos otros, como si ofreciesen la mercancía con mal humor.

En un rincón del molino, el árbol motor rodaba y rodaba como el genio del caserón; ruedas dentadas, correas tendidas de uno á otro extremo del local, transmitían el movimiento á las rechinantes muelas, á la tolva oscilante, con ruido seco, á una porción de artefactos de madera ó metal, que cantaban, crugían ó gritaban en hermoso concierto.

Palabra del Dia

godella

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