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Actualizado: 2 de mayo de 2025
No lo quiera Dios, Arráez; Ya eres libre. ARR. ¡Oh gran Narváez! Hoy vive mi honor por ti. Dame esos pies. NARV. Vete luego. Páez. Sale PÁEZ, soldado. PÁEZ. Señor. NARV. Dale a este moro Su caballo y armas. ARR. Lloro. De alegría. PÁEZ. Ya lo entrego. ARR. Yo te enviaré mi rescate, A fe de hidalgo. NARV. Con celos No quieran, moro, los cielos Que yo en la prisión te mate.
Y enseñóle al que ya tenía atadas las manos y echado el cordel a la garganta, esperando la muerte. Miróle el virrey, y, viéndole tan hermoso, y tan gallardo, y tan humilde, dándole en aquel instante una carta de recomendación su hermosura, le vino deseo de escusar su muerte; y así, le preguntó: -Dime, arráez, ¿eres turco de nación, o moro, o renegado?
ALARA. No me aprietes. Y el traerme a tu heredad Si fué para tal crueldad, Bien cumples lo que prometes. ARR. Con este engaño he querido Quitarte la vida aquí. Todo lo que pasa di, Pues sabes que lo he sabido. ALARA. Digo que siempre Narváez Me ha tratado con desdén, Aunque me ha querido bien, Y ésta es la verdad, Arráez.
Las que salieron a la mar, a obra de dos millas descubrieron un bajel, que con la vista le marcaron por de hasta catorce o quince bancos, y así era la verdad; el cual bajel, cuando descubrió las galeras, se puso en caza, con intención y esperanza de escaparse por su ligereza; pero avínole mal, porque la galera capitana era de los más ligeros bajeles que en la mar navegaban, y así le fue entrando, que claramente los del bergantín conocieron que no podían escaparse; y así, el arráez quisiera que dejaran los remos y se entregaran, por no irritar a enojo al capitán que nuestras galeras regía.
ARR. Pues eso quiero; y si sufrir no pude Mujer hermosa, viviré sin ella, Y haré cuenta que es muerta; que bien puedo, Pues si es cristiana, no es la que solía. NARV. Primero que a Coín vuelvas, Arráez, Le has de dar la mitad de tu hacienda Para que viva aquí; si no, no creas Que deste cautiverio libre escapes.
Mandó echar el esquife para traerle, y mandó amainar la entena para ahorcar luego luego al arráez y a los demás turcos que en el bajel había cogido, que serían hasta treinta y seis personas, todos gallardos, y los más, escopeteros turcos.
Preguntó el general quién era el arráez del bergantín y fuele respondido por uno de los cautivos, en lengua castellana, que después pareció ser renegado español: -Este mancebo, señor, que aquí vees es nuestro arráez. Y mostróle uno de los más bellos y gallardos mozos que pudiera pintar la humana imaginación. La edad, al parecer, no llegaba a veinte años.
Perro cristiano, respondió el arraez, una vez que esos dos perros de galeotes cristianos son barones y metafísicos, lo qual es sin duda un, cargo muy alto en su pais, me has de dar por ellos cincuenta mil zequíes. Yo se los daré, señor; lléveme de un vuelo á Constantinopla, y al punto será satisfecho; pero no, lléveme á casa de Cunegunda.
Prevengamos la partida Para que el día tercero Cumpla a tan buen caballero La palabra prometida; Que yo fío dél que allí De nuestro remedio trate. JARIFA. Y cuando no haya rescate Yo daré el alma por ti. Salen ARRÁEZ y ALARA con un cordel y una daga. ARR. Vuelve esas manos atrás, Y confiésame de plano Si te ha gozado el cristiano. ALARA. Digo que hablado no más. ARR. ¿De qué suerte?
Responder quería el arráez; pero no pudo el general, por entonces, oír la respuesta, por acudir a recebir al virrey, que ya entraba en la galera, con el cual entraron algunos de sus criados y algunas personas del pueblo. ¡Buena ha estado la caza, señor general! -dijo el virrey. -Y tan buena -respondió el general- cual la verá Vuestra Excelencia agora colgada de esta entena.
Palabra del Dia
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