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Las campanas allí, cuando tocan a misa dicen «no más masones» y el día en que haya guerra los hombres de aquella tierra serán capaces de conquistar a la Europa mientras las mujeres conquistan al resto de España.... Bueno, muy bueno.... ¿Con que usted desea ver a ese señor? Le prevengo a usted que está oculto. No importa: sólo pienso hablarle de asuntos de familia.

Ambas demostraciones indicaban incredulidad del pronóstico y gratitud por el consuelo. Pronto, muy pronto, cuando llegue el momento de dirimir en los campos de batalla la cuestión entablada entre el Altísimo y los masones, podrá contar el Altísimo con su más valiente Macabeo.

Consiguiólo al punto; al oír la dama el nombre de masones, apagóse en el acto su ira y llenóse en cambio de un espanto casi pueril, extraño en un carácter de tan enérgico temple. ¡Vámonos, vámonos! decía . Por Dios te lo pido, Jacobo; no te quedes aquí. ¡Vámonos! Y con acento de verdadero terror, mirando a todas partes espantada, repetía muy bajo: ¡Excomulgados! ¿Sabes? ¡Están excomulgados!...

Jacobo, cansado al fin de dar vueltas, acabando de creer que el asunto todo de los masones era una farsa y la carta de Pérez Cueto un chasco de Carnaval que debía completarla, decidióse a llamar como última prueba a la puertecilla condenada, única que, fuera aparte de la del hotel, había en la calle; los golpes retumbaron en el silencio, y un eco muy extraño, que asustó a Currita, los reprodujo a lo lejos.

Súpose que en la mañana siguiente a la noche del crimen fue preso Damián, el ayuda de cámara de la víctima, y llamado a declarar aquella misma tarde un don Francisco Javier Pérez Cueto, fabricante de almidón en uno de los arrabales de la corte... Desde entonces, ningún signo exterior dio a conocer que las investigaciones judiciales adelantasen un solo paso, y comenzóse a murmurar, con cierta estupefacción temerosa, que andaba en todo aquello la mano de los masones; que los asesinos de Sabadell quedarían desconocidos e impunes como los de su amigo el general Prim, y que el crimen de Recoletos sería siempre un arcano misterioso, como lo fue el de la calle del Turco.

¿Quieres que me resigne a veros vivir como masones? ¡Cuando empiezan ellas a comprender que lo que estaban haciendo no tenía perdón de Dios! Figúrate que has predicado en desierto, y no intentes más conquistas de almas. Para , antes que todo, está el reposo de la casa. Pues haz cuenta que nada hemos hablado. ¿Insistes en convertir esto en un infierno con tu ridícula propaganda?

El encuentro de aquel hombre en aquellas circunstancias habíale inspirado un terror muy parecido al que sintió meses antes, al ver vacíos en el álbum del tío Frasquito los huecos ocupados en otro tiempo por los tres sellos. ¿Qué vendría a buscar aquel pajarraco en la corte? ¿Tendría que ver algo su venida con el asunto de los masones? ¿Habría acaso en todo aquello algo más que una estúpida broma?

Al ejército lo seducimos y lo traemos habilidosamente a nuestra causa; al Gobierno le engañamos, y a vosotros los masones de bulla y gallardete os compramos a razón de dos pesetas por barba. Ea, ya lo sabes todo; ya puedes ir con el cuento.

Mas érale preciso al mismo tiempo y antes que nada hacer perder la pista a los masones chasqueados, y a este propósito ideó Jacobo reconciliarse con su mujer y oscurecerse a su lado por un año, durante el cual viviría tranquilamente de las rentas de esta, garantizaría con ellas, en lo posible, el pago de sus deudas y tantearía el terreno despacio y sin ruido, hasta encontrar el mejor postor a los servicios que pensaba sacar a pública subasta.

Detenidamente examinó las cartas, conteniendo, a pesar de los pesares, nuevos accesos de risa, y dijo al cabo con aire de convicción profunda: ¡Evidentemente que esto viene de los masones!... A me sentencian por lo que hice y a ti te avisan que eres un mentecato por haberme encubierto...