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Actualizado: 25 de julio de 2025


Mas tampoco era verosímil que al cabo de año y medio de silencio absoluto, de completo olvido, salieran los masones reclamando los papeles e iniciando su petición con la ridícula bromita muy en carácter, por cierto de enviarle un sellito... Y además, ¡qué demonio!, a él le habían entregado unos papeles para el rey Amadeo, y el rey Amadeo se había ido. ¿Iba a correr de ceca en meca en busca del rey cesante?... ¿Y con qué derecho le pedía cuentas la masonería española, perteneciendo él a la italiana?

¿Vienes a ponerme a prueba?... Con cien mil rábanos, hombre, que seas benigno dijo Navarro empezando a enfurecerse . ¡Y luego me dirá el médico que tenga paciencia, que no me sulfure, que no se me suba a la boca y a los ojos la hiel de mis entrañas!... Oye , menguado, por no darte otro nombre, ¿vienes a gozarte en mi desgracia, viéndome enfermo y sin fuerza para castigar un insulto, o vienes a espiarme por encargo de los masones?

Y Olmedo lo hacía todo tan al vivo y tan con arreglo a programa, que se emborrachaba sin gustarle el vino, cantaba flamenco sin saberlo cantar, destrozaba la guitarra y hacía todos los desatinos que, a su parecer, constituían el rito de perdido; pues a él se le antojó ser perdido, como otros son masones o caballeros cruzados, por el prurito de desempeñar papeles y de tener una significación.

Fulminando ira de sus ojos, Gracián gritó: ¡Canallas!... ¡Masones! y alzando el mueble apuntó a la cabeza del capitán de la vil tropa.... Pero en mitad de su movimiento fue herido en el costado con golpe certero, instantáneo. Vaciló en el aire el facistol. El mueble y el cuerpo enorme del clérigo cayeron de un golpe. Estremeciose el piso.

Lo que no dejaba de sorprenderle era que mientras el clero y los tradicionalistas de Peñascosa le detestaban cordialmente, los pocos republicanos y masones que había en la villa no le demostraban estimación alguna. Decíase que Montesinos se reía de ellos con más gana aún que de los católicos, y que había huido constantemente su trato.

Lo que harás será engañar al pobre D. Felicísimo que te dio la primer bazofia que comiste en el mundo, y venderle a los masones, contándoles lo que pasa en su casa. ¡Ah! bribonazo, si creerás embobarme a , que conozco tus mañas y dónde te aprieta la herradura.

Las noticias del sabio Mentor hiciéronle apresurar su vuelta a España, y engolfándose de nuevo a su regreso en su antigua vida ordinaria de crápula elegante y vagancia aristocrática, interrumpida a veces por solemnes intervalos políticos, quedáronsele en la gaveta las cartas de Garibaldi, pasósele el susto que le había llevado a Italia, y en su impresión natural de niño revoltoso, no volvió a acordarse de los masones, juzgando que también ellos le tendrían olvidado.

Con grande ansiedad incorporóse bruscamente, inclinando el cuerpo fuera del lecho para buscar la luz, y pudo distinguir entonces en todos sus detalles la empresa del sello: era la escuadra y el compás cruzados en forma de rombo y la rama de acacia, emblema de los masones. Una sospecha terrible, una idea aterradora con visos ya de evidencia cruzó al punto por su mente cual un pájaro siniestro.

Despertóle esto la fundada sospecha de si la carta ocultaría algún lazo, y de nuevo renacieron sus temores; mas recordó luego las mojigangas ridículas y los aparatosos misterios de que suelen rodearse siempre los masones, y esforzóse por creer lo que más halagaba sus deseos y ahuyentaba sus recelos: que en todo aquello había tan sólo una broma impertinente y ridícula que había que apurar hasta el cabo, y que la carta de Pérez Cueto era el chasco de Carnaval que debía coronarla.

Hallarán el contento de morir repuso Navarro, dando diente con diente . ¡Ah! ya te entiendo: me fingiré cuerdo para que me maten más pronto. Me fingiré cuerdo, gritaré: «¡Viva Carlos V, mueran los masones!...». Está bien, hombrecillo, adiós. Vete, que quiero echarme a dormir.

Palabra del Dia

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