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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Podrian escribirse volúmenes enteros solo para explicar las mas conocidas de esas pequeñas industrias que ocupan á los que quieren vivir en la vagancia, degradándose en las calles con ejercicios que son el deshonor de la sociedad, porque presentan al sér racional como inferior al bruto.
Benina, por su parte, no queriendo entrar en largas explicaciones, ni desvanecer el error de aquella buena gente, que sin duda les creía asociados para la vagancia y el merodeo, se limitó a decir que no se recogían en un establecimiento por causa de la mucha existencia de pobres, y que sin recomendaciones y tarjetas de personajes no había manera de conseguir plaza.
Salía a pedir y por eso tenía todos los malos hábitos de la vagancia. Pero con mi sistema la voy enderezando. Porrazo va, porrazo viene, la verdad es que sacaré de ella una mujer en toda la extensión de la palabra». Está tan malo el servicio en Madrid observó Juan Pablo , que no debe usted mirarle mucho los defectos.
Mi madre debió padecer mucho con las atrocidades de su hermano, y esto, unido al trabajo tan penoso como mezquinamente retribuido, aceleró su fin, el cual dejó indeleble impresión en mi espíritu, aunque mi memoria puede hoy apreciarlo sólo de un modo vago. En aquella edad de miseria y vagancia, yo no me ocupaba más que en jugar junto a la mar o en correr por las calles.
Bien estamos pagando ahora todas aquellas lozanías y todos aquellos atrevimientos de las edades pasadas. Y todo ello por la afición al merodeo, a la vagancia y a la vida rota y sin freno, que las guerras civiles traen consigo. Lo que sucede en Cuba carece de otra explicación.
Ya sabe usted, doctor, que usted es el único burgués que yo saludo. Era el Barbas, el terrible solitario de Labarga, que pasaba sus horas de vagancia encogido en el suelo, inmóvil, como un profeta de horrores, escupiendo amenazas é insultos sobre los ricos del país. Hacía tiempo que habían demolido su barraca, después de socavar el suelo.
En una contrabarrera pavoneábase orgulloso el marido de Encarnación, la hermana del diestro, un talabartero con tienda abierta, hombre sesudo, enemigo de la vagancia, que se había casado con la cigarrera prendado de sus gracias, pero con la expresa condición de no tratar al «maleta» de su hermano.
Odia toda suerte de tiranías; y por lo mismo, no dejándose imponer de sus braceros y empleados, después de regatearles cuarto a cuarto sus jornales, les paga religiosamente lo convenido. También es filántropo; y si no se le ve pródigo con los pobres que llegan a su puerta, no es por falta de buen deseo, ni por sobra de economía, sino porque no quiere alimentar vicios ni fomentar la vagancia.
»Yo pregunto: ¿No habrá algún día leyes para enfrenar la alta vagancia? ¿No se crearán algún día palacios correccionales? ¿No establecerán las generaciones venideras asilos elegantes, forrados de seda, para tener a raya la demagogia azul, dándole de comer? Yo pregunto también: Puesto que tanto se ha hablado del derecho a la vida, ¿existirá también el derecho al lujo?
Mal, muy mal le supo al de Rufete la sujeción, porque sobre todos sus instintos malos y buenos dominaba el de la vagancia y el gusto de correr por calles y caminos, con cierto afán como de buscar aventuras. La mortificación de su amor propio al ver que le eran muy superiores niños de menos edad que él, aumentaba el horror que hacia el colegio y su maldito profesor sentía.
Palabra del Dia
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