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Actualizado: 6 de julio de 2025


Cómo tuvo lugar aquella pesca milagrosa no se sabe; sin duda, el pretendiente, que era pobre, olfateó la herencia en un día de vagancia, como los perros hambrientos que huelen la carne de lejos, y se plantó en la esquina y rondó la casa e hizo todas las tonterías que en semejantes casos se hacen, pero no entró en la fortaleza, porque estaba bien guardada.

Se le había visto en el alto puerto de Cumbrales, en montaraz vagancia con los pastores, y luego decían que «se había corrido» hacia Reinosa, con una cuadrilla de gitanos. Cobró con esto Salvador un asomo de tranquilidad y un respiro en el anhelo con que llegaba a la casona, siempre que a ello se atrevía.

Cada una de aquellas poblaciones es un término medio entre las ruinas, el cementerio y la cloaca, donde reinan la miseria, la inanicion, la estúpida vagancia, la supersticion, la envidia y el hambre.... Es doloroso y repugnante ver cómo se insultan y maltratan mútuamente aquellos innumerables mendigos, de todos sexos y edades, disputándose los viajeros como presas de campaña, medio cubiertos de horribles harapos, cuyo aspecto es doblemente triste por la tinta amarillenta de las telas de lana que sirven de vestido comun.

992 Y luego, si a alguna estancia a pedir carne se arrima, al punto le cain encima con la ley de la vagancia. 993 Y ya es tiempo, pienso yo, de no dar más contingente: si el Gobierno quiere gente, que la pague y se acabó. 994 Y saco así en conclusión, en medio de mi inorancia, que aquí el nacer en estancia es como una maldición.

A fuerza de filípicas maternales corría una escoba por el piso, sazonaba el caldo, traía una herrada de agua; en seguida, con rapidez de ave, se evadía de la jaula y tornaba a su libre vagancia por calles y callejones. De tales instintos erráticos tendría no poca culpa la vida que forzosamente hizo la chiquilla mientras su madre asistió a la Fábrica.

Y como el dinero allí no era posible hallarle, ni con candil, Agapo desaparecía por meses enteros, sin dejar rastros; ya se le daba por muerto, cuando otra vez volvía, para escurrirse al día siguiente, sordo a las amonestaciones de su hermano mayor y a los ruegos de Pilar, y aun a los golpes de ambos, entregado a la vagancia y a todos los vicios que ella engendra, sin reconocer más ley que su santa voluntad.

Después de una corta vacilación aceptaron el trato, y permitiéndose dar un consejo a la para ellos extraña pareja, dijo el guarda: «Lo que deben hacer ustedes es dejarse de andar de vagancia por calles y caminos, donde todo es ajetreo y malos pasos, y ver de meterse o que los metan en un asilo, la señora en las ancianitas, el señor en otro recogimiento que hay para ciegos, y así tendrían asegurado el comer y el abrigo por todo el tiempo que vivieran». Nada contestó Almudena, que amaba la libertad, y la prefería trabajosa y miserable a la cómoda sujeción del asilo.

Que abandonara esa vida de vagancia, que se hiciera hombre de provecho, que trabajara... ¡Trabajar Agapo! ¡si apenas podía llevar su alma a cuestas! sus brazos colgaban lánguidos de los hombros, sus piernas se negaban a sostenerle mucho rato y hasta su pensamiento era tardo y perezoso, como obrero holgazán que ama el descanso.

Palabra del Dia

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