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Actualizado: 25 de septiembre de 2025
Yo soy liberal; yo me batí en el último sitio como auxiliar, comiendo carne de caballo y pan de habas; yo tomaría el fusil otra vez, si volviesen los carlistas. ¿Pero aun crees tú, Luis, en esa leyenda de los jesuítas tenebrosos, cometiendo los mismos crímenes que ellos atribuyen á los masones?... Y Sánchez Morueta miraba con ojos compasivos á su primo, sin dejar de sonreír.
Rue de la Paix. París. Dos periódicos que, a juicio de muchos, pertenecían a la secta de los masones, publicaron violentos artículos contra los tribunales de España, que recluyen al pobre como un criminal y le barren de las calles como una inmundicia, y se cruzan de brazos y cierran los ojos ante el poderoso que oculta sus crímenes bajo una armadura de oro, contra la cual se hace pedazos la espada de la justicia.
Púsose Damián a afeitarle como todos los días, y al sentir sobre la garganta el frío del acero, no pudo contener un estremecimiento de espanto... Un ligero golpecito, un leve movimiento, y correría la sangre, y vendría la muerte, y se acabaría la vida allí mismo, sin auxilio, sin remedio, pasando de la agonía a la sombra pavorosa de eso que llaman eterno, corriendo por Madrid la noticia del crimen de la calle de Alcalá, como había corrido cuatro años antes la del crimen impune y misterioso de la calle del Turco... Y aquel ligero golpecito, aquel leve movimiento, podía determinarlo en la mano de Damián, otro ligerito golpecito del oro de los masones.
Opinión de todos fundadísima era que el buey Apis estaba abocado a ser presidente del Consejo en cuanto viniera a tierra aquel gabinete que ya se tambaleaba, y entonces ¡oh, entonces! sería él seguramente ministro, y desde las alturas del banco azul, teniendo él la sartén por el mango, podía ya reírse impunemente, así de las burlas como de las amenazas de los masones.
Palabra del Dia
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