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Opinión de todos fundadísima era que el buey Apis estaba abocado a ser presidente del Consejo en cuanto viniera a tierra aquel gabinete que ya se tambaleaba, y entonces ¡oh, entonces! sería él seguramente ministro, y desde las alturas del banco azul, teniendo él la sartén por el mango, podía ya reírse impunemente, así de las burlas como de las amenazas de los masones.

Ana notó en estas bravatas que se tambaleaba el alcázar de la firmeza tribunicia. Desde entonces su curiosidad perversa la espoleó, y en cierto modo le halagó la idea de que todas, por muy soberbias que fuesen, paraban en caer como ella había caído.

Y, cuando la miré con más atención, me parecía que se ponía a dar vueltas lanzando una cascada de chispas, como una verdadera girándula. Vamos, ahora vas a ponerte a tener visiones me dije; y traté de recobrar las fuerzas paseándome por el cuarto. Pero tuve que apoyarme a los respaldos de las sillas, de tal modo me tambaleaba. La respiración me faltaba.

De repente tomé una resolución, cerré bruscamente la ventana, me puse precipitadamente una bata, y con mis zapatos en la mano me aventuré en el obscuro corredor. ¡Oh! ¡Cómo me latía el corazón, cómo me ardía la sangre en las sienes! Me tambaleaba, tuve que apoyarme en la pared. Por fin llegué a su puerta. Los pasos continuaban haciendo temblar el piso, pero el ruido sordo había desaparecido.

Hasta se echó varias veces la escopeta á la cara, queriendo disparar los dos tiros contra las ventanillas de la cambra, deteniéndole únicamente el miedo á quedar desarmado. Su cólera iba en aumento: rugía los insultos; sus ojos inyectados ya no podían ver; se tambaleaba como si estuviera ebrio.

En éstas y otras comenzó a darme en la nariz un olor muy agradable de fritangas, y con él entró en la sala un rapaz como de seis años, con la jeta muy pringosa y la ropilla estropeada; después otro de igual pelaje, pero de menos edad; enseguida otro menor que los dos; luego una muchachuela rubia, de ojos saltones, muy enjuta de canillas y larga de brazos; tras ella, otra rapaza morena, carrilluda, de ojos negros y gruesas pantorrillas, la cual traía de la mano a un chiquitín muy risueño que se tambaleaba al andar con sus patucas estevadas; y, por último, llegó el muchacho que con su descomedida diligencia había sido la causa de cuanto estaba sucediendo allí.

Kotelnikov saludó, y aunque se tambaleaba un poco a causa de la cerveza, todos convinieron en que era muy chic. Después de irse el subjefe, bebieron más, y todos juntos salieron a la calle, tropezando con los transeúntes. Kotelnikov marchaba en medio de sus camaradas, sostenido por Polsikov y Troitzky. No, muchacho decía ; no puedes comprenderlo. En las negras hay algo exótico.

Mas al ver que se tambaleaba, le preguntó: Pero, diga usted, ¿le pasa algo? Vengo de ver a los heridos. ¡Ah! ¡! Las primeras veces le flaquean a uno las piernas; pero si usted hubiera visto pasar quince mil, como nosotros, ya no se preocuparía. ¡Un cuartillo de vino! ¡Pronto! dijo Hullin, que se sentía mal . ¡Oh! ¡Los hombres! ¡Los hombres!... ¡Y dicen que somos hermanos!...

Notaba el Magistral que su poder se tambaleaba, que el esfuerzo de tantos y tantos miserables servía para minarle el terreno.... En muchas casas empezaba a notar cierta reserva; dejaron de confesar con él algunas señoras de liberales, y el mismo Fortunato, el Obispo, a quien tenía De Pas en un puño, se atrevía a mirarle con ojos fríos y llenos de preguntas que entraban por las pupilas del Magistral como puntas de acero.

Entonces vio frente por frente, iluminado por un farol, un rótulo de letras doradas que decía: «La Cruz Roja». Barinaga se cubrió, dio una palmada en la copa del sombrero verde y extendiendo un brazo, mientras se tambaleaba en mitad del arroyo, gritó: ¡Ladrones! , señor dijo en voz más baja , no retiro una sola palabra... ladrones; usted y su madre señor Provisor... ¡ladrones!