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El millonario rugía de indignación. ¡Tres mil francos una miseria! ¡Y además las deudas del hijo que había tenido que pagar en varias ocasiones!... Cuando yo era de tu edad... empezaba diciendo. Pero Julio cortaba la conversación. Había oído muchas veces la historia de su padre. ¡Ah, viejo avariento!

Y al poco rato lloraban las mujeres, rugían de entusiasmo los hombres que aún no habían ido al ejército, y hasta las banderas tricolores parecían aletear con más fuerza, como azotadas por el vendaval patriótico del lírico orador. Cruzaba los brazos lo mismo que Napoleón después de una victoria; otras veces manoteaba y rugía igual á Dantón al declarar la patria en peligro.

Poseíamos un harmonium, del que vibraban sólo tres notas; a veces el número crecía hasta cinco, pues este instrumento era caprichoso y andaba según la temperatura, como los romadizos de nuestro sochantre, quien rugía durante dos horas con una convicción tan ingenua y profunda de que poseía una hermosa voz, que era imposible criticarle.

El Tritón iba enumerando á su sobrino las categorías y especialidades de los buques. Y al convencerse de que Ulises era capaz de confundir un bergantín con una fragata, rugía escandalizado: Entonces, ¿qué diablos os enseñan en el colegio?... Al pasar junto á los burgueses de Valencia sentados en los muelles caña en mano, lanzaba una mirada de conmiseración al fondo de sus cestas vacías.

El cocinero mayor rugía ya por lo bajo; encontró á dos mozos de la casa real y al soldado. Entonces, con una sonrisa nerviosa, abrió la puerta de aquel aposento empolvado, donde hacía tantos años no entraba nadie más que él. Meted eso aquí dijo con voz ronca. Los mozos pusieron el cofre envuelto como estaba en la parte de adentro de la puerta. Idos dijo Montiño á los mozos y al soldado.

La muchedumbre sin armas, herida á mansalva desde aquella altura, rugía impotente, y en un arranque de desesperación, intentó arrojarse al asalto del templo, pero tropezó con un obstáculo que acababa de interponerse entre los dos bandos, una barrera azul y roja en la que brillaban cañones de fusil y correajes lustrosos.

La cosecha era el tema general y predilecto de estas tertulias, y aunque alguna vez se apartasen de él para entrar en otros, la cosa más insignificante volvía á traerlo á la memoria y á cuento. Rugía un poco el viento por fuera; pues ya apuntaba una vecina que los años de viento eran siempre de miseria.

Es Spadoni: el Spadoni de siempre, como si sólo hubiesen transcurrido unas horas desde su última entrevista con el príncipe, como si fuese ayer cuando rugía de indignación estudiando al piano Lo que la palmera le dijo al agave. No quiere sentarse: tiene prisa; ha venido solamente para estrechar la mano de Su Alteza. Ya le verá después con más detenimiento en el Casino.

La muchedumbre rugía de entusiasmo; los aplausos sonaban como una granizada interminable. «La loca de la casa» había resucitado, haciendo otra vez de las suyas. Y el comandante, librándose del abrazo, acabó por inclinar su cabeza, rojo de vergüenza al pensar que aceptaba una mentira, pero agradeciendo al público aquella ovación, la primera de toda su existencia. Transcurrieron dos años.

Y se encogió, se dilató su pecho, y lanzó un aliento que rugía, poderoso, ardiente, indicio de la horrible lucha que conmovía su alma destrozada. , dijo impaciente Dorotea.