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Actualizado: 3 de junio de 2025


Por pasmosos que hubiesen sido sus triunfos guerreros, no bastaban á atenuar las atrocidades de Dantón, Marat y Robespierre, y los espantos del Terror y de la guillotina; y fue lo peor que todo ello tuviese por resultado un gran genio militar sin duda, pero á la vez un déspota, que humilló y ensangrentó la Europa entera, sin que el más hábil y sutil profesor de filosofía de la historia pueda descubrir, fuera de la ambición personal, del prurito de elevar á la familia y á los amigos, y del afán del predominio de un pueblo sobre los otros, propósitos y fines altos y providenciales, parecidos á los que más ó menos conscientemente tuvieron Alejandro y César.

Sentados indolentemente sobre los largos divanes de aquella casa indulgente, artistas llenas de belleza y de gracia, y hombres temibles llenos de voluntad, hablaban de política ó charlaban de amor: allí se conocieron el actor Volange y el duque de Orleans; allí nació la amistad de Bonaparte, desconocido aún, y de Talma; por allí pasaron también las cabezas poderosas que poco después, y una tras otra, habían de acrecentar la fama siniestra de Guillotín: Camilo Desmoulins, San Jorge, Barrás, Dantón, Marat, Robespierre...

Lo raro anidaba en tu airosa melena de artista, y raras orquídeas poblaban tu austero jardín... En odio implacable a todo lo inicuo y nefario, tu mente inflamaba una arenga del nuevo Brumario o un trozo del "Noli"; adorabas a Ibarra y Danton y amabas lo antiguo. La edad patriarcal y de oro del pristino régulo, tuvo en tu verbo sonoro la clara justeza de amada y distante visión.

Era un alma adusta y severa aquélla que había creído que era preciso amputar a la Francia todos sus miembros aristocráticos para cimentar la revolución. «Nuestros nombres decía Danton bajarán a la posteridad execrados, pero habremos salvado la RepúblicaEl terror entre nosotros es una invención gubernativa para ahogar toda conciencia, todo espíritu de ciudad, y forzar al fin a los hombres a reconocer como cabeza pensadora el pie que les oprime la garganta; es un desquite que toma el hombre inepto armado del puñal para vengarse del desprecio que sabe que su nulidad inspira a un público que le es infinitamente superior.

Me bato por Francia, porque es el país de la gran Revolución. Su historia anterior no me importa: para reyes ya tenemos los nuestros. Pero á partir del 14 de Julio, lo que es de Francia lo considero mío y de todos los hombres. Se detuvo unos segundos, buscando una afirmación más concreta: Me bato, capitán, por Dantón y por Hoche.

Por último, vinieron los tiempos revolucionarios, y el antiguo palacio de Luxemburgo, el heredero de tantos reyes, de tantas intrigas, de tantos misterios y de tantos conflictos, pasó á ser una finca nacional. Bajo la Convencion, se convirtió en prision de Estado, á la cual fuéron conducidos Hebert, Danton, y otros célebres personajes, incluso Robespierre.

Aquí se trasladó en el sangriento 23 de Agosto la guillotina, por órden del Consejo general de la Municipalidad de Paris, y esa guillotina, ese mónstruo bárbaro é insaciable, devoró las cabezas de Luis XVI, de María Antonieta, de Carlota Corday, de la Princesa Isabel, de Madama Roland, de los Girondinos, de Barnave, de Hebert, de Danton y de Robespierre.

Don Joselito, maestro de primeras letras, verboso y entusiasta, que presidía el comité del distrito, era un joven de origen israelita que llevaba a la lucha política el ardor de los Macabeos y estaba satisfecho de su morena fealdad picada de viruelas, porque le daba cierta semejanza con Dantón. El Nacional oíale siempre con la boca abierta.

Aquí se reunia la Convención: Luis XVI pasó por esta calle al dirigirse á la guillotina: desde aquí alcanzo la plaza de la Bastilla, donde el pueblo desplegó su omnipotencia; esta casa que sale á nuestro paso cobijó á Mirabeau, palanca poderosa de la revolucion que trabajó en pro de sus triunfos mas de lo que él suponia; aquí vivió Marat; Camille Desmoulins soñó tiernas escenas de amor al lado de su amada Lucila en el cuarto que estamos visitando; en este palacio de la plaza de la Greve, se reunia el tribunal que presidió Robespierre; aquí la morada de Danton; miremos en nuestro derredor al pueblo que nos cerca, es el mismo que con el pendon de la libertad por guia ha paseado la Europa; estos que nos rodean son los del año 30, los de las jornadas del 48; aquí se resuelven hoy todas las cuestiones de Europa; Paris es en nuestros dias la capital del mundo; aquí vive el secreto del porvenir: Voltaire vivió en la casa que ahora contemplamos; mirad esa modesta vivienda que cobijó á Rousseau; el arte habita hoy esta metrópoli; Rossini y Meyerbeer, Verdi y Auber, los poetas y los filósofos, los artistas y los políticos, toda la aristocracia europea del talento, pasa á nuestro lado; los monumentos nos cercan, la actividad nos aturde.

Muchos de aquellos bustos son evocaciones históricas, porque son las imágenes de Voltaire y Rousseau, de Mirebeau y Danton, de Vergniaud y Chénier, de Chateaubriand, Byron, Walter Scott, Lamennais, Eugenio Sue, Balzac y muchos otros genios que pertenecen á la historia de la política, la filosofía ó la literatura.

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