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Era aquello un tesoro de gran valor, una palanca formidable que, bien manejada, podía dar al traste en breve tiempo con gran parte de los políticos revolucionarios que pululaban en España. Eran letras de cambio pagaderas a la vista, que cualquiera podía cobrar en poder o en dinero.

Recta había sido la intención, y amargo el fruto. ¡Sangre del corazón daría él por ver a Nucha en un convento! ¿Qué arbitrio adoptar ya? Julián presentía los inmensos inconvenientes de su intervención directa. Seguro de la teoría, firme en el terreno del derecho, capaz de resistir pasivamente hasta morir, faltábale la vigorosa palanca de los actos humanos, la iniciativa.

Allí se tuvo por notable caso el que un objeto adquirido se pagase de presente, y el crédito, palanca del moderno comercio, funcionaba con extraordinaria actividad. Todo se compraba al fiado: cigarrera había que tardaba un año en poder abonar los chismes del oficio.

Dorrego, más tarde, encontró que el Comandante de Campaña, que había estado haciendo bambolear la Presidencia y tan poderosamente había contribuído a derrocarla, era una palanca aplicada constantemente al Gobierno, y que, caído Rivadavia y puesto en su lugar a Dorrego, la palanca continuaba su trabajo de desquiciamiento.

La ocasión oportuna fué cuando la guerra de conquista contra los moros costaba tan cara á Castilla, cuando de todas partes oíase el clamoreo de: ¡oro! ¡oro! Fué cuando la España victoriosa deliraba por su gran cruzada y establecía el tribunal de la Inquisición. El italiano se agarró á esta palanca, convirtiéndose en más devoto que los devotos.

Yo me acercaba a todos los grupos a oler aquel guisado... ¡jum!, malo, malo; el ministerio Palanca se iba cociendo, se iba cociendo... A todas esas... ¡figúrate si estarían ciegos aquellos hombres!... a todas estas, fuera de las Cortes se estaba preparando la máquina para echarles la zancadilla.

Este se levantó enseñando los dientes, y lanzando un rugido se echó sobre domador; el viejo ayudante metió, por entre los barrotes de la jaula, una palanca de hierro para aislar el hombre de la fiera, pero con tan poca fortuna, que la palanca se enganchó en las ropas del domador y en vez de protegerle le inmovilizó y le dejó entregado a la fiera.

Ya pueden ustedes venir dijo la esposa, que salió delante de ellos muy preocupada. ¡Estómagos, a defenderse! Algunas palabras había cogido la Delfina al vuelo que no tenían, a su parecer, ninguna relación con aquello de las Cortes, el coronel Iglesias y el ministerio Palanca. Indudablemente había moros por la costa. Era preciso descubrir, perseguir y aniquilar al corsario a todo trance.

Cae una palabra de los labios de un perorador en un pequeño círculo, y un gran pueblo ansioso de palabras la recoge, la pasa de boca en boca, con la rapidez del golpe eléctrico un crecido número de máquinas vivientes la repite y la consagra, las más veces sin entenderla, y siempre sin calcular que una palabra sola es a veces palanca suficiente a levantar la muchedumbre, inflamar los ánimos y causar en las cosas una revolución.

Se doblaban en incesante vaivén, á pesar de su corpulencia; mugían ¡haup, haup! con toda la fuerza de sus pulmones, como si con sus gritos pudieran hacer entrar más adentro la palanca del barrenador.