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Ya se entiende que me creo insignificante para enamorarla, no para ser su amigo; no para que ella me estime y llegue a tener un día cierta predilección por , cuando yo acierte a hacerme digno de esta predilección con una santa y laboriosa vida. Perdóneme Vd. si me defiendo con sobrado calor de ciertas reticencias de la carta de Vd. que suenan a acusaciones y a fatídicos pronósticos.

Entonces me vino de golpe una idea a la cabeza: relacionando todas mis observaciones sobre los amores de Clotilde me convencí hasta la evidencia de que Inocencio al enamorarla no se había propuesto otra cosa que adquirir una interpretación excepcional para el papel de la protagonista de su drama y asegurar el éxito lisonjero de esta suerte.

Con tan buenos propósitos, ansioso además de ver a su Inesita, y con esperanzas de enamorarla y de traérsela al lugar, a las treinta y dos horas no cabales de haber recibido y leído la lamentable carta de su desesperado amigo, llegó Paco a esta heroica y coronada villa, y sin sacudir siquiera el polvo del camino, después de dejar la maletilla en una casa de huéspedes, y de instalarse, tomando cuarto en ella, se dirigió a la vivienda de las dos lindas hermanas.

Testimonio de esto da, en la antigua India, aquella égloga bellísima en que Yayadeva pinta los amores de la gentil pastora Radha y del Dios Crishna, que toma la figura del pastor Govinda para enamorarla: y no menos brillante testimonio da entre nosotros El Cantar de los cantares, donde los terrenales amores de Salomón y de la Sulamita vienen á sublimarse y á convertirse en los de Cristo con la Iglesia, y en los del alma con su Hacedor.

, pero te cuadra Blanquita, ¿no?... Y no supongo que te prenderás como un tendero para enamorarla, mira que es mujer tan suelta y ligera como la madre... y quiero que la conozcas. No embrome con Blanquita, ya sabe que Blanca no me cuadra y que yo tengo una novia en... Está bien, cásate con aquélla, pero enamora a ésta... no seas tonto... ¿Y si no me hace caso? ¡Qué no!

En verdad que el duque de Osuna se había permitido enamorarla aun antes de ser viuda del duque de Gandía; pero el noble don Pedro, á pesar de que era joven é impetuoso, sabía enamorar á doña Juana sin que ésta se ofendiese, de la manera más delicada, más discreta, más respetuosa, más peligrosa, sin embargo, para la mujer objeto de aquellos amores que nadie conocía, más que el duque que los alentaba, y doña Juana causa de ellos.

Es verdad que Julio era, acaso, un hombre parecido a todos, sin capacidad para enamorarla ni comprenderla íntimamente. Acaso valía más no haberle vuelto a ver, para conservar, indefinidamente, esta ilusión de un hombre cuya alma podría acercarse a la suya y avasallarla con su inteligencia delicada, con su adoración ardiente y fina.

Nadie, sin embargo, que la hubiese observado en aquel instante, a no poseer facultades sobrenaturales para leer en las almas, hubiera descubierto si la satisfacción era sólo de vanidad por verse querida, o también de amor hacia la persona que se empeñaba en enamorarla. Leída la carta, Inesita se levantó de la cama, abrió el cajón de arriba de la cómoda y guardó la carta en él bajo llave.

Una verdadera vocación no se me habría pasado con la muerte de mamá, ni con los disgustos que se juntaron encima. Y procuró convencerla de que aquello había sido una pura ingenuidad, un idealismo, por el pensamiento de que fuera de Dios nadie podría enamorarla nunca. Por otra parte el amor ella estaba segura sólo hubiera venido para su perdición.

Con motivo de la llegada de una tropa de soldados, destinada á Portugal, mandados por Don Lope de Figueroa, forma el proyecto previsor de tener oculta á la seductora Isabel en una de las habitaciones más aisladas de su casa; pero uno de los oficiales que viene con ellos, el capitán Alvaro de Ataide, se da trazas de verla, á pesar de las precauciones de Crespo, y en seguida intenta enamorarla.