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Sin embargo, Pepa insistía aspirando a arrancar de aquel cerebro luminoso el secreto de la mina: bromeaba tomándole de las solapas de la levita, llamándole viejo, cazurro, zorro, haciendo gala de una desvergüenza que en ella había llegado a ser coquetería. El banquero no daba fuego.

Daba golpes en la puerta, y al contestarle yo decía: ¡Vamos perezoso! Ya está amaneciendo.... ¡Arriba! ¡Ya es hora!... Si has de ir con nosotras, ¡levántate! ¿No has oído el repique? Y la buena señora reía y bromeaba como una chiquilla. Aun no cesaba la música de las mil campanas villaverdinas.

Y se acercaba á él y le pasaba con delicadeza la mano sobre la cerviz. Bartolo gruñía. Estaba Celso en vena de humor jocoso y bromeaba imitando, en cuanto le era posible, el acento, la desenvoltura y el donaire que había admirado en sus compañeros de cuartel allá en Sevilla. Era su dulce manía.

Pesaba sobre ellos, como cadena de insufrible presidio, la casta virtud ibicenca, el exclusivismo isleño, receloso para los forasteros. Allí no se bromeaba con el amor, no se perdía el tiempo en galanteos; o la indiferencia hostil, o el noviazgo honesto para casarse cuanto antes.

El andar a pie por las calles, signo, según ella, de pobreza y de degradación, y la vulgaridad de su marido, que se revelaba en sus maneras, en su modo de vestir, en la facilidad con que bromeaba con las criadas, como hombre acostumbrado a esos floreos de mostrador con que se halaga a las parroquianas, no pudiendo ver unas faldas lisas sin soltar cuatro requiebros inocentes y sin consecuencias.

Siendo médico aquí, había que estar bien con ellas, so pena de perecer y no tener una visita. Yo iba con mucha frecuencia a casa de tu abuela, que por entonces se había quedado viuda. Tu abuela tenía en casa una muchacha, que era ahijada suya, y a quien llamábamos la Shele. Yo bromeaba mucho con ella cuando iba a a tomar café a Aguirreche. ¿Qué hay, Shele? la decía. Nada, señor médico.

De estos despilfarros solo protestaba la vecindad con cierta disculpable envidia: lo malo era que marido y mujer no comían ni se iban de campo solos, como recién casados o amantes de poco tiempo, sino que siempre les acompañaban dos hermanos, Luis y Genoveva, de los cuales el primero cortejaba a Casilda, mientras la segunda bromeaba con Damián: si el tal cortejo era platónico y las tales bromas inocentes, ellos lo sabrían; pero un conocido que les vio merendando más allá de la Bombilla, decía que aquéllo era un escándalo, que cuando les sorprendió, Luis tenía a Casilda cogida por la cintura, y que Genoveva retozaba con Damián.

Sentóse cerca de mi tía, y mientras conversaba con nosotros y bromeaba con Angelina estuvo observando a la enferma. No hay cuidado.... repetía. ¡Esto pasará, pasará!.... Es un accidente penoso, pero que no debe preocuparnos. Vamos, mi señora doña Carmen: ¡ánimo, ánimo, que ya todo pasó! ¿Dónde está ese valor famoso? Veamos esa lengua.... ¿Y el apetito? ¿Bien? Pues ¡calma, y valor, valor!

Yo también tengo prisa por llegarme á la mina. ¡El pobre Tocino me hace tanta falta cuando no está allí!... El doctor se dejó conducir algunos minutos más allá de Labarga, hasta una altura donde estaba establecida la tienda de Tocino. Por el camino bromeaba con el contratista sobre su religión.

Está bueno continuó Oliverio con la amarga impertinencia que caracterizaba sus momentos de mal humor. ¿Pero qué es lo que han hecho ustedes encerrados entre aquellas cuatro paredes? Pues hemos serrado leña le dije mostrándole que no bromeaba.