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Actualizado: 16 de mayo de 2025
La hora no podía ser menos oportuna, pero Ayvaz no quería desperdiciar un solo instante. El dios de las batallas tampoco lo quería; por lo menos, todo induce a creerlo así. En el momento en que el primer secretario iba a llamar a la puerta de maese L'Ambert, tropezose con el enemigo en persona, que regresaba a pie, conversando con sus dos testigos.
Los hijos se habrían contentado con uno nada más, pequeño, flamante, exhibiendo la marca de moda. Pero Desnoyers no era hombre para desperdiciar las buenas ocasiones, y, uno tras otro, había adquirido los cuatro, tentado por el precio. Eran enormes y majestuosos como las carrozas antiguas. Su entrada en una calle hacía volver la cabeza á los transeúntes.
Así quedaba convenido; mas tocábale la vez al respetable Butrón de volver la espalda y decíanse todos entonces que era una necesidad, una pifia, desperdiciar una cartera en aquel pobre hombre, político mujeriego, que debía de contentarse, a lo más, con una plenipotenciaria, pudiendo emplearse aquella, si no con honra, a lo menos con provecho, en el señor don Eusebio Díaz de la Laguna, pajarraco gordo en tiempo de Amadeo, que, como acontece en todas las restauraciones, habíase pasado con armas y bagajes al bando alfonsino en cuanto vislumbró en él la aurora del triunfo, ejecutando una de esas maniobras que en la farisaica jerga de los hombres gubernamentales se llaman cambios políticos, debiendo de llamarse charranadas o vilezas.
El tintorero estaba machacando en un mortero cien y cien materias que andaba sacando ora de un pote, ora de una marmita, ora de un saquillo; y revolviéndolo todo, y pasándolo de una cazuela á otra, y echando ora acá, ora acullá, cucharadas de líquidos que apestaban, y de cuyo contacto era preciso guardar el cútis porque le roian mas que el fuego, se aprestaba á vaciar los ingredientes en diferentes calderas, y sepultar en aquella inmundicia gran número de materias y manufacturas de inestimable valor. «Esto se va á desperdiciar todo, decia el analítico.
¡Cuánto calor, Pepa, cuánto calor! exclamó Castro. No lo sabe usted bien repuso la viuda con entonación maliciosa. Por desgracia. O por fortuna. ¿Está usted ya cansado de Clementina? Fuentes no se encontraba bien con aquel cuchicheo. Le dolía desperdiciar su ingenio en conversación particular, para una sola persona.
Más despacio, señores, más despacio interrumpió Foja que no quería desperdiciar el arma que le ponían en las manos para atacar al Magistral . Estas cosas no se pueden juzgar filosóficamente. Filosóficamente es claro que no le importa a uno que le entierren donde quiera. Pero ¿y la familia? ¿Y la sociedad? ¿Y la honra?
Yo no sé si parecerá bien a los lectores de cierta contextura, que un mozo como Ángel les fuera con aquellas puerilidades y estas retóricas a dos señoronas de Madrid que estaban pasando una temporada en una playa de baños, y entretenidas en ver desde el mirador de una fonda cómo rompían las olas del mar, allí cerca; pero, poniéndome en el peor de los casos, quiero que consideren aquellos caballeros que de todo se puede hablar con señoras, por aburridas que estén, hasta del teorema de Sturm, que es la materia más desabrida que yo conozco; porque el peligro de cansar al prójimo no está en lo que se le cuente, sino en el modo de contárselo, y puedo certificar que el relato de Ángel, por lo fresco, por lo natural, ingenuo y desenfadado, fue oído por las damas sin desperdiciar punto ni coma.
Preciso es que las grandes naciones se entiendan para substituir condición tan salvaje con otra más humanitaria y civilizada, de suerte que el hombre reflexione mejor y deje de desperdiciar sus bienes, y de perjudicarse á sí mismo. Necesítase que Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, propongan á las demás naciones y las decidan á promulgar, todas juntas, un Derecho del mar.
Cuando los soldados comenzaron a subir la falda de Monte-Dalarza, cesó el fuego de los carlistas: no querían desperdiciar municiones.
Imagine el pío lector qué desesperación no sería la de Mutileder cuando en seguida supo de buena tinta que Adherbal, viendo que urgía darse a la vela, y llegar pronto al Océano, para no desperdiciar la monzón, favorable entonces a los que iban a la India, había salido en posta, con dromedarios que de trecho en trecho estaban ya preparados y escalonados en el camino, a fin de verse cuanto antes en el puerto de Aziongaber, orillas del mar Bermejo.
Palabra del Dia
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