United States or Saint Pierre and Miquelon ? Vote for the TOP Country of the Week !


Hay que buscar el apoyo de las mujeres, y para esto me ha prometido don Isidro presentarme a esas señoronas ricas que hablan con él y se sientan en la parte de proa. Parecen muy entusiasmadas con el obispo italiano: «Monseñor, aquí; Monseñor, allí», pero yo soy español, y ¡quién sabe!... Me gustaría encontrar una señora rica que me protegiese.

Yo no si parecerá bien a los lectores de cierta contextura, que un mozo como Ángel les fuera con aquellas puerilidades y estas retóricas a dos señoronas de Madrid que estaban pasando una temporada en una playa de baños, y entretenidas en ver desde el mirador de una fonda cómo rompían las olas del mar, allí cerca; pero, poniéndome en el peor de los casos, quiero que consideren aquellos caballeros que de todo se puede hablar con señoras, por aburridas que estén, hasta del teorema de Sturm, que es la materia más desabrida que yo conozco; porque el peligro de cansar al prójimo no está en lo que se le cuente, sino en el modo de contárselo, y puedo certificar que el relato de Ángel, por lo fresco, por lo natural, ingenuo y desenfadado, fue oído por las damas sin desperdiciar punto ni coma.

Ella es como yo misma... más que si fuésemos hermanas. ¿Y sabes lo que dice Feliciana?... Que eres un orgulloso; que por más que ella te mira, nunca te fijas en ella; que te parece muy poca cosa porque vive en las Carolinas y va a la fábrica de gorras... ¡Claro! ¡Como el señor vive en Madrid, y escribe en los papeles, y viste de señorito!... ¡A saber si tendrá en los Madriles cómicas que se lo disputen, señoronas que le hagan el amor!...

¡Va a estallarme la frente! ¡Madre, por Dios! sosiéguese usted. Nunca la he visto así... ¿Pero qué pasa? ¿qué pasa?... Todo es calumnia.... ¡Y qué pronto... qué pronto... la han urdido! ¡Qué Brigadiera ni qué señoronas... si no hay nada de eso... si yo le juro que no es eso... si no hay nada! No tienes corazón, Fermo, no tienes corazón. Señora, ve usted lo que no hay... yo le aseguro....

Y con esto y con aquellas alucinaciones que nunca logró echar por completo de su cabeza, acabó por cobrar aborrecimiento a las señoronas sin haber visto una sola en todos los días de su vida.

Dime que no en seguida, o te araño. ¡Dónde iba yo a meterte!... Nada de teatro: queda prohibido. Escribirás en los periódicos, escribirás libros; y si alguna vez las señoronas te envían cartitas, entusiasmadas por esas cosas tan monas que sabes decir, ¡cuidado con hacer caso de ellas!... Mira que aún no me conoces; mira que yo, cuando le tengo ley a una persona, soy peor que una mosca.

Apretó los labios, le brillaron los ojos, y dijo con enfurruñamiento: No; no serás ministro; no quiero que lo seas, no me da la gana, ¿lo entiendes, Isidro?... Dime que no lo aceptarás aunque te lo ofrezcan; dimelo, o reñimos... El mundo está lleno de tentaciones, y ¡no digo nada si acudirían las señoronas al ver a este feo, que habla como los propios ángeles y tiene tanto talento, vestido de general, con una casaca de esas que tienen la pechera bordada de ojos!... ¡lo mismo que las moscas a la miel! ¡Ojo, señorito!

Y el marido no venía, por supuesto; ella, dos criados y los bebés como dice Obdulia. ¡Figúrate! Todo Vetusta, que estaba en la estación esta mañana por casualidad, se ha hecho cruces. Es mucho Álvaro. ¿Pero ella? ¿qué te parece de ella? A eso vamos; a lo escandalosas que son esas señoronas de Madrid.

Pues supongamos, y usted perdone la franqueza, que se trata de usted y que la llueven a usted pretendientes de muchas condiciones y de muchas partes; que viene el labriego humilde con el homenaje de su pobreza disculpada con la envoltura de sus honradas intenciones; que la solicita el hidalguete de gotera, de esos que tienen la manta de sus recursos tan ajustada a sus necesidades, que si tiran de ella para cubrirse el pescuezo, dejan al descubierto los pies; y el hacendado tosco que funda su mayor vanidad en haber sudado mucho el pedazo de pan que le ofrece a usted con mano callosa y palabra torpe... y sudando; y el abogadillo de pocos pleitos y con la manta del hidalguete; y así, por esta escala arriba, hasta el personaje que la brinda, en el mundo de donde él viene, con todas las tentaciones del lujo y del esplendor; vamos, con la vida que hacen las más encopetadas señoronas del teatro que usted acaba de ver pintado en ese libro.

La verdad es que él, de muchacho, dio menos que hablar que en el Seminario, y no era un prodigio de sabiduría.... Pero viste mundo, le tomaste el gusto a esos países donde dicen que hay unas señoronas muy guapas, con cada sombrero como un quitasol. estás hecho ahora un mamarracho de feo, pero antes eras guapo; te lo digo yo, que soy tu tía, y ¡claro!, así has vuelto de enfermo y desmirriao.