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Actualizado: 9 de junio de 2025


Estas masas enormes las movía con tanta soltura como un niño maneja un guijarro. Después de tomarlas en la orilla con las puntas de sus dedos, avanzaba mar adentro, yendo á colocarlas en el extremo de un malecón que se estaba construyendo para el resguardo del puerto hacía muchos años.

Si se pretende que, impulsados por la narración fingida, nos decidamos a ser virtuosos a fin de alcanzar el premio, y a no ser viciosos para no incurrir en la pena, la virtud tomará trazas de timidez y podrá tomarlas el vicio de valentía. De todos modos, resultará que el interés nos mueve y no el amor desinteresado y noble.

A estas cinco causas, como capitales, se pueden agregar algunas otras que sean justas y razonables, y que obliguen a tomar las armas; pero tomarlas por niñerías y por cosas que antes son de risa y pasatiempo que de afrenta, parece que quien las toma carece de todo razonable discurso; cuanto más, que el tomar venganza injusta, que justa no puede haber alguna que lo sea, va derechamente contra la santa ley que profesamos, en la cual se nos manda que hagamos bien a nuestros enemigos y que amemos a los que nos aborrecen; mandamiento que, aunque parece algo dificultoso de cumplir, no lo es sino para aquellos que tienen menos de Dios que del mundo, y más de carne que de espíritu; porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió, ni pudo ni puede mentir, siendo legislador nuestro, dijo que su yugo era suave y su carga liviana; y así, no nos había de mandar cosa que fuese imposible el cumplirla.

D. Juan de Garay con 60 paraguayos fundó segunda vez esta ciudad, el dia 11 de Agosto de 1580, y dividiendo la tierra para estancias en suerte iguales de tres mil varas de frente y legua y media de fondo, tomó una para , y dio las demas, una para cada soldado. Estos hallaron ya algunos baguales, hijos de aquellas yeguas, que empezaron á domar los que podian tomarlas.

Tenía el don de entretenerlas sin apelar al lugar común de la lisonja ni al formulario oficial del «joven travieso, distinguido y elegante». Calificábanle por ello de indomesticable y de frío muchas damas; pero es lo cierto que hasta las más remilgadas se pagaban mucho de sus atenciones... Y no sigo con la lista de sus prendas de carácter, porque, a pesar de tomarlas una a una de los Apuntes que tengo a la vista, va a resultarme un mozo cortado por el sobado patrón del mata-corazones de comedia; y esto que aquí se narra podrá ser malo, pero es la pura verdad.

Yo, que había avisado al otro que ellos dejarlas y él tomarlas y pescarse a casa fuese todo uno, hízolo así; y al entrar todos quedéme atrás el postrero, y en entrando ellos mezclados con otra gente que entraba, di cantonada y emboquéme por una callejuela que va a dar a la Vitoria, que no me alcanzara un galgo. Aquella noche anduvieron todos los patios reconociendo las caras y mirando las armas.

El viejo Cardenal, hombre pacífico si los había en Cádiz, iba adquiriendo á la sazón un humor belicoso también que le hacía muy molesto. Después de tomarlas con Gregorio, injuriándole y declarando á gritos que nunca le dejaría casar con su hija Isabel, la emprendió con Velázquez acusándole de traidor.

Tomás los recibió extrañamente inmutado, como si le viniesen a notificar su sentencia de muerte. ¡No hay que apurarse, hombre, no hay que apurarse! le dijo el escribano con semblante risueño. Las cosas hay que tomarlas como vienen; cachaza y mucho pecho. Después le preguntaron dónde tenía el ganado. Parte estaba en los prados y parte en el establo. Era necesario juntarlo todo.

El oía con religioso respeto sus advertencias y amonestaciones, y de buena fe se prometía y prometía al pronto tomarlas para pauta de su conducta. Siempre que Antoñuelo se hallaba en la presencia de Juanita, se sentía avasallado por su influjo, deslumbrado por su superior inteligencia y ligado a la voluntad de ella.

Bastante reñimos ya en el siglo XVI, para que volvamos a las andadas. La cosa no nos divertiría ahora, porque ya no tiene novedad. ¿No es cierto? Suspiró doña Brianda dignamente, por única respuesta. Y todos bebieron después; todos menos uno, el anfitrión, pues no le alcanzaron las copas, habiendo él roto dos, de puro nervioso, al tomarlas para que sirviera el vizconde...

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