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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Basilio con todo su amor á la antigüedad no pudo contener un ¡abá! de desencanto. Es una magnífica joya muy bien conservada y cuenta casi dos mil años. ¡Psh! se apresuró á decir Sinang para que su padre no cayese en la tentacion. ¡Tonta! díjole éste que había podido vencer su primer desencanto; ¿qué sabes tú si se debe á ese collar la faz actual de toda la sociedad?
Cada español que le saluda, sea empleadillo ó dependiente de almacen, lo endosa á su compañero por gefe de negociado, marqués, conde, etc.; en cambio si pasaba de largo, ¡psh! es un bago, un oficial quinto, ¡un cualquiera!
¿Y qué me hago con la voz? ¡Pues, como formas, la alta! ¡Psh! dice Ben Zayb, ninguna vale un comino, ninguna es artista. Ben Zayb es el crítico de «El Grito de la Integridad» y su aire desdeñoso le da mucha importancia á los ojos de los que se contentan con tan poco. ¡Ni la Serpolette tiene voz, ni la Germaine tiene gracia, ni eso es música ni es arte ni es nada! termina con marcado desden.
¡Un baúl! se decía Melchor, ¡un baúl es lo más parecido a una persona!... ¡Pero si es cierto!... No hay nada tan parecido a los hombres como los baúles... Un baúl nuevo como éste es igual, igualito a un recién nacido... ¿Qué se le va a poner adentro...? ¡Psh!... ¡tantas cosas...! A éste le toca recibir ropa limpia ahora; pero cuando vuelva, ¿cómo vendrá esta ropa?... ¿habré usado toda?... ¿volverá sucia?... ¿traerá toda?... ¿traerá menos?... ¿se le agregará ropa ajena?... acaso sucia... quizá limpia... ¡quién sabe!... ¡Pero cómo se parece un baúl a una persona!... Por lo pronto éste es igual a mí: le cabe en suerte recibir ropa limpia... algunos libros de ideas sanas y servir para un viaje proyectado con la mejor intención...
¿En qué piensas? le preguntó, golpeándole afablemente con la palma de la mano en la rodilla. ¡Psh!... ¡En tantas cosas!... ¿En muchas?... En muchas... ¿Alegres? Si fuera como tú... ¡Qué modelito! ¿eh? pues imitarlo: ¡no vayas a creer que con las personas ocurre lo que con los sombreros de señora!... ¡no!
Dirigió a Josefina en voz baja dos o tres palabras que, según el movimiento con que las acompañó, debían ser: «¿Qué tal esto?». Y la de García alzó los hombros de un modo imperceptible, que claramente significaba: «Psh.... Un dramón muy cursi y muy populachero». Definida así la situación, Baltasar tomó familiarmente el abanico de la joven, y mientras lo cerraba y abría y le daba vueltas como para informarse bien del paisaje, se entabló una de esas conversaciones íntimas, salpicadas de coqueterías, de reticencias, de miradas intensas y cortas, de ahogadas risas, diálogos en que reina dulce abandono, que no serían posibles mano a mano y en la soledad, y nunca se producen mejor que entre el tumulto de un sitio público, ante miles de testigos, en el desierto de las multitudes.
Psh me contestó encogiéndose de hombros , y, por último, que se queden las cosas como están. A mí no me ajondan tantu como a Pitu esus malis en la entraña.
Los otros abrían tamaña boca. Debía ser cierto, cuando Quilito lo decía. ¿Y si soltaba el trapo a disertar sobre finanzas? tenía tales trazas de catedrático, que nadie chistaba. ¿Qué noticias traes? le preguntó Jacinto. ¡Psh! hizo Quilito, lo de siempre, que esto se lo lleva el diablo. Echóse el sombrero a la nuca, y saludó con un gesto familiar a míster Robert.
Si no estuviese aquí, donde todo el mundo me conoce, las extravagancias de esa muchacha no dejarían de divertirme.... ¿La ve usted aplaudiendo a rabiar al del brindis? ¿Cómo se llamará ese ciudadano? Parece el Oroveso de Norma. Psh... mañana lo sabremos. Revolución y reacción mano a mano
Sin embargo si oía que alguno sobresalía en algo que no sea trabajo mecánico ó arte imitativa, en química, medicina ó filosofía por ejemplo, decía: ¡Psh! promeeete... ¡no es tonto! y estaba él seguro de que mucho de sangre española debía correr por las venas del tal indio, y si no lo podía encontrar apesar de toda su buena voluntad, buscaba entonces un orígen japonés: empezaba á la sazon la moda de atribuir á japoneses y á árabes, cuanto de bueno los filipinos podían tener.
Palabra del Dia
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