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¿Y qué me hago con la voz? ¡Pues, como formas, la alta! ¡Psh! dice Ben Zayb, ninguna vale un comino, ninguna es artista. Ben Zayb es el crítico de «El Grito de la Integridad» y su aire desdeñoso le da mucha importancia á los ojos de los que se contentan con tan poco. ¡Ni la Serpolette tiene voz, ni la Germaine tiene gracia, ni eso es música ni es arte ni es nada! termina con marcado desden.

Vinieron escenas sobre escenas, personajes sobre personajes, cómicos y ridículos como el bailli y Grenicheux, nobles y simpáticos como el marqués y Germaine; el público se rió mucho del bofeton de Gaspard, destinado para el cobarde Grenicheux y recibido por el grave bailli, de la peluca de éste que vuela por los aires, del desorden y alboroto cuando cae el telon. ¿Y el cancan? pregunta Tadeo.

Mientras reina el pasagero tumulto, causado por los que se atropellan para ir al vestuario y felicitar á las actrices, por los que van á saludar á las señoras en los palcos, algunos emiten su juicio sobre la pieza y los artistas. Indudablemente, la Serpolette es la que más vale, dice uno dándose aires de inteligente. Prefiero la Germaine, es una rubia ideal. ¡Si no tiene voz!

Cochers le recordaba ciertas denominaciones que las colegialas usan entre para explicar una especie de afectos. Al fin termina el primer acto y el marqués se lleva como criadas á Serpolette y á Germaine, el tipo de la belleza tímida de la troupe y por cochero al estúpido Grenicheux.