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No era tan fácil como puede parecer seducir a Moro, aunque sólo fuese en la apariencia. Nada tenía de arisco; al contrario, gozaba justa fama de caballeroso y galante con las damas. Pero cuando las damas se hacían incompatibles con el billar o el tresillo no lo había más grosero y cerril en seis leguas a la redonda.

La salud de doña Luz era insolente de buena. Ni un dolor de cabeza nunca. D. Anselmo era un hombre despejadísimo, y no sólo hábil e instruido en su profesión, sino de variada lectura y de singular facilidad de palabra. No se extrañe que con tales dotes fuese médico en un lugar. O la fortuna no le había sonreído, o su genio indómito y arisco se había opuesto a que se encumbrase.

Pero de todos aquellos nombres, ninguno sonó tan recio como el de Tremontorio, el arisco y hercúleo marinero del Cabildo de Abajo, curtido por todos los climas y batido por todos los mares del mundo.

¡Cóncholes con el hombre! murmuró el interpelado, recogiendo otra vez el lío de ropa ó sea el balandrán y dos camisas sucias, que había puesto sobre un banco al entrar en la taberna. ¿Unde venis? ¿Quórsum tendis? ¡Jeringa, digo yo!; que traigo andadas cuatro leguas á pie, y no estoy pa solfeos de esa clase. Queden ustedes con Dios. Aguárdate hombre. ¡Que siempre has de ser arisco!

De estas cosas se reía Salvador, y para captarse su voluntad y amansar un poco su arisco genio, hasta ideó afectar simpatías por el Infante y la apostólica insurrección. Una mañana le llevó la noticia que circulaba por la ciudad, dando motivo a infinitos comentarios. Zumalacárregui se había pasado al campo carlista.

La ex florista, aunque de inteligencia limitadísima y de cultura más limitada aún, tenía suficiente instinto para remachar los clavos de esta esclavitud. Con su genio arisco y desigual, aumentaba el fuego de la sensualidad en aquel viejo lúbrico.

Así, pues, lo natural era que, viendo Salomón a Echeloría enamorada de otro, afligida y llorosa, y rechazándole por estilo arisco y montaraz, había de mostrarse desprendido. Al hacer esta suposición, muy plausible, Mutileder se ponía colorado de vergüenza.

933 Se puso arisco el gauchaje: la gente está acobardada; salió la partida armada y trujo como perdices unos cuantos infelices que entraron en la voltiada. 934 Decía el ñato con soberbia: "¡Esta es una gente indina! Yo los rodié a la sordina: no pudieron escapar; y llevaba orden de arriar todito lo que camina." 935 Cuando vino el Comendante dijeron: "¡Dios nos asista!"

Rafaela era además tan mona, tan insinuante y tan dulce, que el Sr. de Figueredo, a pesar de lo arisco e invulnerable que había sido toda su vida, que por entonces contaba ya sesenta y cinco años de duración, se sintió muy propenso a favorecer a la muchacha en cuanto estuviera a su alcance.

«No había allí barreras, en aquel momento, entre el templo y el mundo; la naturaleza entraba a borbotones por la puerta de la iglesia; en la música del órgano había recuerdos del verano, de las romerías alegres del campo, de los cánticos de los marineros a la orilla del mar; y había olor a tomillo y a madreselva, y olor a la playa, y olor arisco del monte, y dominándolos a todos olor místico, de poesía inefable... que arrancaba lágrimas...». La vigilia exaltaba los nervios de la Regenta.... Su pensamiento al remontarse se extraviaba y al difundirse se desvanecía.... Apoyó la cabeza contra la panza churrigueresca de un altar de piedra, nuevo, que era el principal de la capilla en que estaba, sumida en la sombra.