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En treinta años que llevo á bordo no me he visto en lance igual. ¡Los santos del cielo se apiaden de nosotros! Y muy particularmente confío yo en la protección del gran Santiago, en cuyo día hago voto de comerme otra carpa, además de la prometida ya para todos los días de vigilia del año....

Si la experiencia no lo atestiguase ¿quién seria capaz de sospechar que el principio vital de un gusano informe y asqueroso es el mismo de una bellísima mariposa? El Sueño y la Vigilia.

Y así, la imaginación mece al alma y el cuerpo en silencio, como el carcelero, conmovido ante los juegos inocentes de los niños que custodia, acepta la vigilia para contemplar las rondas armoniosas de sus huéspedes sublimes... Por fin la honda laxitud venció.

Y yo, exclamó Sir Oliver, prometo á mi excelso patrón Santiago de Compostela visitar su santuario allá en España, si me saca en bien de este trance, y comerme una carpa más cada día de vigilia, durante un año. ¡Cómo ruge el mar! ¿Qué decís, capitán? ¡Pasamos, pasamos! gritó Golvín, fija la vista en las rompientes más inmediatas á la proa. ¡Á la buena de Dios!

48 Y los vio fatigados remando, porque el viento les era contrario; y cerca de la cuarta vigilia de la noche, vino a ellos andando sobre el mar, y quería precederlos. 49 Y viéndole ellos, que andaba sobre el mar, pensaron que era fantasma, y dieron voces; 50 porque todos le veían, y se turbaron. Mas luego habló con ellos, y les dijo: Alentaos; YO SOY, no temáis.

Se me ocurrió una idea diabólica: «Si yo mañana por la noche trajese a la Pinta y la hiciese entrar en la habitación de don Guillén». Me dormí dando vueltas a aquella idea. Al día siguiente, día de vigilia, don Guillén no se sentó a la mesa. ¿Qué le sucede al señor Caramanzana? inquirió la viuda vejancona, que ya se había enterado del apellido del canónigo.

Sucede, pues, en la vigilia, que la imaginacion representa algunas cosas con la misma fuerza y tal vez mayor que en los sueños: sucede tambien que el juicio no corrige á la fantasía, ó porque es pequeño, ó por estar impedido de alguna enfermedad, y así ocasiona la imaginacion mil errores.

Pasó Ana, sin querer leerlas, algunas hojas. En ellas había escrito la historia de los días que siguieron al de la procesión, famosa en los anales de Vetusta. , se había creído prostituida; aquella publicidad devota le parecía una especie de sacrificio babilónico, algo como entregarse en el templo de Belo para la vigilia misteriosa.

Cerró su puerta con llave para bajar al comedor, y al entrar en él vió que Julio, a quien ella creía enfermo, estaba allí, espiándola con ojos acerados; y como fulgurase sobre ella una mirada sañuda, semejante a una maldición, acercándosele, serena y valiente, le miró retadora hasta hacerle inclinar la cabeza. Carmen pasó la noche en vigilia febril.

Lázaro confiaba á las profundidades de la noche el gran vértigo que sentía dentro de ; no dormía, porque una serie interminable y rapidísima de razonamientos confusos, mezclados con imágenes vagamente percibidas, le sostenían en vigilia invencible y dolorosa. El día volvía á darles esperanza, la tarde venía á unirlos, el anochecer volvía á entristecerlos. Así se acercaba el día funesto.