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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Está bien, hombre: se hará lo que se pueda, pero no llores más, ni sueltes esas oraciones, que pareces don Pablo, mi principal, cuando le hablan de Dios. Veré a Mariquita: le hablaré de ti: le diré a la muy indina lo que merece. ¿Qué; estás ya contento?... Rafael limpiábase los lagrimones, y sonreía con sencillez infantil, mostrando sus dientes cuadrados, de nítida blancura.

Tal vez fuiste , ¡indina! que cansada de hacerme sufrir, acortaste el camino para que yo perdiese el miedo... Y dende entonses no hay en Jerez y en too su campo hombre más feliz y más rico que Rafaé, el aperador de Matanzuela... ¿Ves a don Pablo Dupont con toos sus millones? Pues a mi lao, ¡!; ¡cerato simple! Y toos los demás cosecheros ¡!

Y, sobre todo, no jures, que es pecado mortal. Véngate sin juramento; con cachaza y mala intención. Pierde cuidado. No me faltará cachaza. He de disimular más y he de ser más hipocritona que esa indina. Mala intención es lo que no tengo; mi intención siempre será buena.

Es el mismo diablo esa chica... Más artera que ella no la hay en toda la ría... ¡Mira que para atrapar a un pez tan largo como , que ha corrido las siete partidas, ya se habrá dado maña la indina! Tomás halagaba de este modo la vanidad de su hermano, quien reía beatíficamente, a pesar de saber a qué atenerse en cuanto a sus dotes de seductor.

No sabes lo que es ser querido... Verás... Pero ha de ser con una condición... Que hagas lo que debiste hacer, matar a esa indina, matarla... porque lo merece... Yo te compro el revólver... ahora mismo...». Sus manos revolvieron temblorosas bajo las almohadas buscando el portamonedas. De él sacó un billete de Banco. «Toma, ¿quieres más?

Y mientras enumeraba sus desdichas, que en el fondo no le importaban un comino, y llamaba infidelidades a lo que fueron imprudentes coqueterías, todo con voz y ademanes que recordaban sus abonos en el Español y la Comedia, Luis iba fijándose en su mujer. ¡Qué hermosa estaba la indina!

El pobre, pobre es pronunció melancólicamente... . te quedarás pobre, y el señorito se irá riendo... Y a esta idea, sintiendo renacer su furor chilló : Sácateme de delante, indina, que te mato: si te dieron palabras, que te las cumplan. Amparo se agachó, y salió temblando.

Este matrimonio nos trae al magín un soneto que escribimos, allá por los alegres tiempos de nuestra mocedad, y que, pues la ocasión es tentadora para endilgarlo, ahí va como el caballo de copas: Caséme por mi mal con una indina, fresca como la pera bergamota; trájome suegra y larga familiota y por dote su cara peregrina.

530 Al sentir tal mortandá los indios, desesperaos, gritaban alborotados: "¡Cristiano echando gualicho!" No quedó en los toldos bicho que no salió redotao. 531 Sus remedios son secretos, los tienen las adivinan; no los conocen las chinas sino alguna ya muy vieja, y es la que lo aconseja con mil embustes, la indina.

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