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Se levantaba la primera, y ya lavada y peinada, iba a ver preparar el desayuno de la familia; que el chocolate de don Bernardino, y el mate de la madre, y el te con leche de los hermanos, estuvieran en el punto en que el capricho de cada cual lo exigía; daba prisa a los criados, y les amonestaba, suavemente. Bernardo, ¿quiere usted hacerme el favor de darme el jarro de la leche?

Donde ella estaba, nadie hacía nada más que ella. Pasaba la vida ocupada en su gran pasión de tratar asuntos de los demás, de chupar golosinas ajenas, y comer fuera de casa. Allá quedaba el modesto marido, el humilde empleado del Banco, de cuerpo pequeño, de rostro de ángel envejecido, atusando el bigotillo gris y cuidando de la prole. Visitación lo exigía así.

La niña de los ojos negros, hija de un pobre menestral de la villa, la trataba con la autoridad de reina y señora, le exigía todos los juguetes de que era poseedora, la obligaba a plegarse a todos su caprichos, la humillaba siempre que quería, y frecuentemente la maltrataba de palabra y de obra, sin que por eso disminuyese poco ni mucho el cariño de su apasionada amiga.

De la cantidad con que cualquier manirroto se proporciona un placer, Juanito Santa Cruz sacaba siempre dos. A fuer de hábil financiero, sabía pasar por generoso cuando el caso lo exigía. Jamás hizo locuras, y si alguna vez sus apetitos le llevaron a ciertas pendientes, supo agarrarse a tiempo para evitar un resbalón.

Reconocía ante las damas la eficacia terapéutica de la fe y de los cuarterones de aceite ardiendo en los altares; pero en cambio exigía que se diese crédito a los misterios de sus glóbulos. Creía, o decía creer mucho, en la influencia de lo moral sobre lo orgánico, y tenía una sonrisa singular, melancólica, de resignación e inteligencia, para comunicar con las señoras guapas esta su creencia.

Bueno, ya estaban solos y podían explicarse: ella exigía, , señor, exigía explicaciones categóricas, para tomar una resolución seria: aquello no había de continuar así. ¡Qué! ¿el padre, la tía, los criados, todos, iban a estar sujetos al humor de un chicuelo irrespetuoso y sufrir en silencio sus rabietas inconsideradas? ¿qué se figuraba? ¡Si el padre no tenía bien puestos los calzones, ella sabría imponerse una vez por todas!

El noble mancebo accede á sus deseos al instante, como lo exigía en tales casos el deber de todo caballero, y le entrega además las llaves de su casa, llamándole fuera otras ocupaciones perentorias, con el propósito de demostrarla que puede mandar en ella como si fuera la dueña.

Todos los meses surgía un astillero nuevo, pero la guerra mundial no encontraba nunca bastantes naves para el transporte de los víveres y los instrumentos de muerte. Sin regateo alguno habían dado á Ferragut el precio de venta que él exigía: mil quinientos francos por tonelada: cuatro millones y medio por el buque.

Hasta que mi hija llegó a tener ocho años, como apenas exigía otro cuidado que el de su corporal desarrollo, cuidado harto leve porque mi hija se ha criado con excelente salud, ora pensando yo en distraerme, ora anhelando hacerme apta para contribuir a su educación, he leído muchísimo y casi sin sentir me he convertido en marisabidilla. Soy franca admiradora de la literatura francesa.

Con motivo del nacimiento del infante D. Felipe Próspero á 28 de noviembre tuvieron la ciudad y el cabildo catedral grandes fiestas, que duraron hasta el año siguiente; pero la temprana muerte de este príncipe trocó en desconsuelo la pública alegría. El real erario, siempre exhausto, exigia nuevos impuestos.