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Actualizado: 4 de mayo de 2025


La frescura juvenil, la hermosura natural, era cursi; la elegancia exigía careta.

El arte exigía paciencia, y sobre todo, fuerza, mucha fuerza. La voluntad era una inspiración. Mi marido continuó ella con desaliento no pasó de las obras de su juventud. Dio con éstas «todo lo que tenía de artista». ¡Y yo que le creía un genio!...

De la misma manera que la Confrèrie de la Passion fué auxiliada por el público á causa del numeroso personal, que exigía la representación de algunos dramas, así también en otras poblaciones se encargaron los ciudadanos de dirigir tales espectáculos.

De cuando en cuando, y coincidiendo con los momentos en que la argumentación exigía mayor sutileza, mi amigo oprimía nerviosamente la chirimoya, como si quisiera extraerle todo el jugo. Y entonces se me venía a la imaginación la imagen prodigiosa de Le Penseur, de Rodin.

Lo que no se encontraba en la casa, Chinto salía disparado a pedirlo fuera, prestado en la de un vecino, o fiado en las tiendas. Generalmente, al recoger una cosa, la comadrona exigía ya otra. Un gotito de anís.... ¿Anís? ¿Para qué? preguntaba la tullida. Para , porreta, que soy de Dios y tengo cuerpo y también se me abre como si me lo cortasen con un cuchillo....

Cuando le adivinaba interesado por un volumen, exigía inmediata participación: «Cuéntame el argumento». Y el «secretario» no sólo hacía la síntesis de comedias y novelas, sino que le comunicaba el «argumento» de Schopenhauer ó el «argumento» de Nietzsche... Luego, doña Luisa casi vertía lágrimas al oir que las visitas se ocupaban de su hijo con la benevolencia que inspira la riqueza: «Un poco diablo el mozo, pero ¡qué bien preparado!...»

Pero había que sacarle de San Marcos; lo aseguraba Paula, el mozo lo deseaba, y sobre todo la salud quebrantada del aprendiz de jesuita lo exigía. Se le sacó y entró en el Seminario, a terminar la teología.

El Príncipe, por equivocación, llega una noche al aposento de la verdadera Doña Sol, la cual lo rechaza enérgicamente, como exigía su deber; pero esta conversación llega á oídos de Don Juan, que había venido á hacer una visita secreta á su esposa, y como desconoce el conjunto de circunstancias, causa de esta entrevista, tiene por infiel á su esposa, á la cual acusan las apariencias.

Comprendió que el tener razón era allí lo de menos. A Ronzal ya le echaban chispas los ojos montaraces. Se había embrollado y esto era lo que más le irritaba siempre, perder el discurso a lo mejor. ¡, señor, esa cuestión; y quiero que se hable claro! Ni él mismo sabía lo que exigía. Foja se encargó de poner las cosas claras.

Exigía dinero a los ricos, y con gestos de actor que se ve contemplado por inmenso público, socorría de vez en cuando a una pobre vieja, a un jornalero cargado de familia. Estas generosidades eran agrandadas por los comentarios de la muchedumbre rural, que tenía a todas horas el nombre de Plumitas en los labios, pero era ciega y muda cuando preguntaban por él los soldados del orden.

Palabra del Dia

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