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La caza y las marchas largas fortalecerían su pierna quebrantada. Además, montaría a caballo para vigilar los trabajos, visitaría los ganados de cabras, las piaras de cerdos, la vacada y las jacas que pastaban en los prados. La administración del cortijo no marchaba bien. Todo le costaba más que a los otros propietarios, y los productos resultaban menores.

Como la señorita había quedado muy quebrantada por los insomnios y el dolor, no podía atender á las cosas de la casa: la asistenta y la incansable tía Roma la sustituyeron hasta donde sustituirla era posible. Y he aquí que cuando la tía Roma entró á llevarle el chocolate al gran inquisidor, ya estaba éste en planta, sentado á la mesa de su despacho, escribiendo números con mano febril.

¿Quién es el próximo adalid inglés? preguntó el príncipe con voz que denotaba su viva emoción. El barón León de Morel, de Hanson, respondió Chandos. Campeón esforzado y diestro si los hay. Sin duda alguna, señor, pero su vista, como la mía, se halla muy quebrantada tras largas campañas.

Cuando se le ocurría la idea de que tal vez la desdicha de Cristeta fuese figuración suya, se ponía triste cual si viese quebrantada la base de sus proyectos de venganza. ¿Se habría ella, tan lista y juiciosa, dejado atrapar por aquel bribón? El único medio de salir de dudas era abrir la segunda carta. ¿Con qué derecho?

Según me dice Rosalía, le han escrito muchas amigas felicitándola por su buena conformidad en su reclusión voluntaria en la estancia, ayudando a su marido, con la gracia de su presencia, a reconstruir la fortuna, perdida, o muy quebrantada, en especulaciones y lujos excesivos. Parece que algunas amigas la llaman la divina pastora.

16 Y el pueblo a quien profetizan, echado será en las calles de Jerusalén por hambre y por espada; y no habrá quien los entierre, ellos, y sus mujeres, y sus hijos, y sus hijas; y sobre ellos derramaré su maldad. 17 Les dirás, pues, esta palabra: Derramen mis ojos en lágrimas noche y día, y no cesen; porque de gran quebrantamiento es quebrantada la virgen hija de mi pueblo, de plaga muy recia.

Quebrantada, primero por la osadía de un arquitecto del siglo XVI, á quien se consintió reformarla á su manera, y despues por el terrible huracan y terremoto del año 1589, acordó el cabildo de Córdoba repararla con arreglo á nueva traza, y se empezó á demoler el dia de S. Andrés del año 1593.

No decayó sino mucho mas tarde, cuando ya quebrantada la unidad política quedó minado por su base el sistema del Profeta, cuando no era ya la religion mas que un vano simulacro, cuando cada valí aspiraba á la corona y cada árabe se creía con derecho para levantar un rey sobre su escudo.

Salió a la calle aturdida, quebrantada. Tuvo que arrimarse a la pared de la casa para no caer. Los horrores y monstruosidades que le había vomitado el ama del excusador seguían sonándole como martillazos en los oídos. Hubo un instante en que creyó perder el sentido; pero del fondo de su ser salió un grito rabioso, un grito de venganza que le mandó tenerse firme.

Ana había resuelto acercarse también, levantar el velo ante la red de tablillas oblicuas, y a través de aquellos agujeros pedir el perdón de Dios y el del hermano del alma, y si el perdón no era posible, pedir la penitencia sin el perdón, pedir a fe perdida o adormecida o quebrantada, no sabía qué, pedir la fe aunque fuera con el terror del infierno.... Quería llorar allí, donde había llorado tantas veces, unas con amargura, otras sonriendo de placer entre las lágrimas; quería encontrar al Magistral de aquellos días en que ella le juzgaba emisario de Dios, quería fe, quería caridad... y después el castigo de sus pecados, si más castigo merecía que aquella obscuridad y aquel sopor del alma....