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Nada de eso: Nacho, con sus ojos dulces y expresivos, su barbita sedosa, sus facciones correctas y finísimas, y su actitud elegante, podría no valer en el fondo un puñado de alfileres, porque chascos mucho más gordos dan ciertos diamantes falsos; pero, a la vista, era el tipo del abogado nuevo, del abogado artista, que no anda por los caminos trillados de las clásicas y vetustas tradiciones forenses, sino por las cumbres espinosas y arriesgadas de los nuevos problemas jurídicos; de los que no usan los libros de la profesión para ejercerla; de los que van a la Audiencia, no a alegar, sino a demoler; no a invocar textos y razones del acervo común, sino a enredarse en teorías frenopáticas dentro de un laberinto de disquisiciones antropológicas, para acabar declarando loca de remate a toda la humanidad que anda fuera de los manicomios, con el heroico fin de salvar del patíbulo, por loco irresponsable, al distinguido criminal a quien defiende, convicto y confeso y reincidente además.

Lienzos enteros de montaña, empapados por la nieve, han resbalado así en conjunto con campos, pastos, bosques y habitantes; amontonándose y penetrando lentamente en el suelo con el agua producida por su fusión, la nieve basta para demoler una montaña.

Entonces creyó verla dormida, porque las alucinaciones más contradictorias se sucedían en su espíritu. Reflexionó largamente sobre el medio de llegar hasta ella y despertarla sin asustarla. Para alcanzar su objeto se sentía capaz de todo, incluso de demoler un lienzo de pared sin otro auxilio que el de sus diez dedos.

Me basta dar un puntapié á sus patas para demoler todos los caminos de subida, cortando el paso á los perseguidores. Los dos amantes agradecieron al Gentleman-Montaña su protección. Pero á pesar de esta gratitud, se adivinaba en ellos que hubiesen preferido verse solos, sin la obligación de conversar con el gigante.

No se cansaban de admirarse de que un bicho tan pequeñísimo pudiese demoler una fábrica tan inmensa. Calculen ustedes los millones de estos seres que habrán tenido que trabajar en la demolición dijo un ingeniero. Uno por uno todos fueron contemplando el mundo invisible que dentro de ella existe.

Quebrantada, primero por la osadía de un arquitecto del siglo XVI, á quien se consintió reformarla á su manera, y despues por el terrible huracan y terremoto del año 1589, acordó el cabildo de Córdoba repararla con arreglo á nueva traza, y se empezó á demoler el dia de S. Andrés del año 1593.

Allí detrás quedaba el mísero amigo, abandonado, pronto olvidado del mundo entero; estaba a flor de tierra... separado de los demás vetustenses que habían sido, por un muro que era una deshonra; perdido, como el esqueleto de un rocín, entre ortigas, escajos y lodo.... Por aquella brecha penetraban perros y gatos en el cementerio civil.... A toda profanación estaba abierto.... Y allí estaba don Santos... el buen Barinaga que había vendido patenas y viriles... y creía en ellos... en otro tiempo. ¡Y todo aquello era obra suya... de don Pompeyo; él, en el café restaurant de la Paz, había comenzado a demoler el alcázar de la fe... del pobre comerciante!...».

Luego, Fernando no la vio más. ¡Pero había oído tantas cosas de ella!... Los hijos del marido se encargaban de propalarlas, y todas las amigas de María Teresa las repetían con la secreta fruición de demoler a una compañera que inspira envidia. ¡Quién podría conocer la verdad!

La novelista, a la luz de una vela, escribía Spiridón, la historia del monje que acaba por demoler todas sus creencias, y muchas veces cortaba su trabajo para correr al lado del músico y preparar sus tisanas, alarmada por la frecuencia de su tos.

Así marchaba la razon humana en una direccion retrógrada, creyendo avanzar; así pensaba levantar el edificio de sus conocimientos, cuando no hacia mas que demoler; así queria llegar á un resultado científico, negando cuanto encontraba al paso, y negándose por fin á misma.