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Pero Isidorito, contra lo que pudiera creerse dados sus vastos conocimientos jurídicos y su formalidad no menos vasta, experimentaba una leve contrariedad en sus amores. La señorita de Morí tenía por costumbre prodigar sonrisas amables a todo el mundo, derrochar miradas largas y apasionadas con todos los jóvenes de la población; con todos... menos con Isidorito.

Pero, puesto que no estáis habituados a discutir seriamente, os diré en dos palabras de lo que se trata: queremos demostraros que no os asiste el derecho de raptar a nuestras mujeres; que sois, señores romanos, unos raptores, y que, pese a vuestros esfuerzos y a vuestros sofismas jurídicos, no lograréis nunca justificar vuestro innoble acto. ¡Hasta el Cielo se indignará escuchando nuestra requisitoria!

Asimismo, excusaría este dicho vicario los muchos embarazos que se ofrecen a los prelados y superiores con los informes encontrados que van de estos pueblos, pudiéndolos dar jurídicos con plena información de los casos.

En semejantes circunstancias tenía necesidad de los consejos jurídicos y de las artimañas de aquel práctico astuto. Le escribió enseguida. Á Mauricio le escribiría al día siguiente: convenía que el tiempo calmase su cólera y produjese el desaliento.

Nuestra arma es el derecho y la conciencia pura. Ahora, que cada uno tome un volumen de leyes y otro de estudios jurídicos. ¡Así! ¡Las trompetas al frente! Tocad la marcha de los maridos despojados. ¡Adelante! Pero no olvidéis cómo hay que avanzar. ¿Lo habéis olvidado? MARCIO. Bueno, os lo recordaré: dos pasos al frente y un paso atrás. Dos pasos al frente y un paso atrás.

Está blindado por sus códigos, atrincherado en sus estrados y defendido por todos sus auxiliares jurídicos, y es invulnerable por la necesidad social que impone la infalibilidad de sus sentencias. ¿Y vamos á emprenderla contra esa Bastilla más impenetrable que la primera, pues contiene el palladium del orden y abriga la soberana majestad de la razón de Estado?

Nada de eso: Nacho, con sus ojos dulces y expresivos, su barbita sedosa, sus facciones correctas y finísimas, y su actitud elegante, podría no valer en el fondo un puñado de alfileres, porque chascos mucho más gordos dan ciertos diamantes falsos; pero, a la vista, era el tipo del abogado nuevo, del abogado artista, que no anda por los caminos trillados de las clásicas y vetustas tradiciones forenses, sino por las cumbres espinosas y arriesgadas de los nuevos problemas jurídicos; de los que no usan los libros de la profesión para ejercerla; de los que van a la Audiencia, no a alegar, sino a demoler; no a invocar textos y razones del acervo común, sino a enredarse en teorías frenopáticas dentro de un laberinto de disquisiciones antropológicas, para acabar declarando loca de remate a toda la humanidad que anda fuera de los manicomios, con el heroico fin de salvar del patíbulo, por loco irresponsable, al distinguido criminal a quien defiende, convicto y confeso y reincidente además.

En cambio Trampeta, si justificando su apodo no desdeñaba los enredos jurídicos, solía proceder con más precipitación y violencia que Barbacana, asegurando la retirada menos hábilmente; así es que su adversario le tuvo varias veces cogido entre puertas, y por punto no le aniquiló.

Después de sufrir Schack los exámenes jurídicos necesarios para actuar como abogado, ejerció esta carrera en Prusia, en los tribunales de Berlín. En el año de 1839 tuvo la fortuna, ansiada por él con extremo, de renunciar al manejo de los autos, que tan odioso le era, y satisfacer sus deseos vehementes de recorrer el mundo.

D. Bernardo le dejó este recurso inofensivo, aunque hubiera deseado más que se dedicase a los trabajos del foro y a la resolución de otros problemas jurídicos de mayor importancia.