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Sus criados no vieron nada de extraordinario y su imprudente paso quedó ignorado de su marido. Hacia las cinco de la mañana acababa de adormecerse, quebrantada por el cansancio y las emociones, cuando la despertó un ruido que se sentía arriba de su cabeza. Sentía pasos y roces sordos, sobre el piso; comprendió que su marido procedía anticipadamente a los preparativos del viaje.

Yo espero que Dios mejore su quebrantada salud, así por lo mucho que estimo y quiero a tan laborioso, entendido y modesto amigo, como para que el público goce del libro que acerca de las escritoras españolas está componiendo, y que será de seguro bueno y provechoso; como toda obra suya. Quisiera yo, no obstante, añadir aquí algo, sobre lo que ha dicho el Sr.

Era Lucía Población, aquella rubia tan espiritual, amiga de su madrastra, que había casado mientras él estuvo en el colegio con el coronel Bembo, ascendido hacía poco a general. D. Pablo estaba en Filipinas en un cargo importante; decíase que había ido allá a reponer su fortuna, quebrantada por las prodigalidades de su esposa.

Su cólera, quebrantada al fin por tan horrible tensión, empezó á desvanecerse, y Batiste, repitiendo su rosario de insultos, sintió de pronto que su voz se ahogaba hasta convertirse en un gemido. Al fin rompió á llorar. Ya no injurió más al matón. Fué poco á poco retrocediendo hasta llegar al camino y se sentó en un ribazo con la escopeta á sus pies.

Después pensó Isidro en su compañera, nerviosa y quebrantada por su estado físico; en lo peligroso que sería darle la noticia, sin que una nueva crisis pusiera en peligro su salud. Cuando subió, le esperaba Feli con la mirada interrogante y la cara triste, como si el instinto femenil le avisase la desgracia. Sólo por un asunto importante podía haberse resuelto su tío ir a visitarles.

Tardó algún tiempo el enfermo en coordinar sus ideas, y diose al fin cuenta de algo de lo que le estaba pasando: un pensamiento, para él muy pavoroso, acudió el primero a su mente... Con voz quebrantada, agonizante, que dejaba, sin embargo, traslucir todas las agonías del terror, las inflexiones de la súplica, las ansias de la incertidumbre, dijo muy bajo: ¿Me llevarán al hospital?...

Allí yacía ella, desesperada, como quebrantada por el golpe que habría debido, por el contrario, retemplar su valor y darle nuevas fuerzas para la resistencia.

Se hablaba generalmente de él como de una pobre criatura bien quebrantada, y ese alejamiento para con su prójimo, que se había atribuido en un principio a su mala voluntad y a la peor de las relaciones, era actualmente considerado como una simple locura. Esa vuelta a mejores sentimientos se manifestaba de distintas maneras.

Y sólo ahora, ahora que está muerta, comprendo claramente hasta qué punto se sentía miserable y quebrantada, allí tendida sobre los cojines, ella que ordinariamente se mostraba para y para los demás tan altiva y estricta. Era como si algún prodigioso dolor hubiera roto en ella el resorte íntimo de la vida. Hoy veo todo eso claramente; entonces nada veía, nada quería ver.

Pero había que sacarle de San Marcos; lo aseguraba Paula, el mozo lo deseaba, y sobre todo la salud quebrantada del aprendiz de jesuita lo exigía. Se le sacó y entró en el Seminario, a terminar la teología.