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Era un joven de fisonomía agraciada y claro talento, estudioso, simpático, á quien todo el paisanaje adoraba. Falleció en Oviedo, donde estudiaba la carrera de leyes. Su hija María, que contaba á esta fecha la misma edad, no congeniaba con él.

Los Coloquios pastoriles de muy agraciada y apacible prosa, por el excelente poeta y gracioso representante Lope de Rueda, son el Coloquio de Timbria y el Coloquio de Camila. Idem.

Pilar era alta, rubia y de ojos negros; no era hermosa, como una heroína de novela antigua, pero muy agraciada y simpática; no tenía los dedos hechos a torno, porque la aguja y el trabajo los habían deformado, ni el busto escultural, porque no me atrevería a decir si la corrección de sus líneas era debida al corsé o era natural patrimonio de su dueña; mas, la verdad sea dicha: Pilar pasaba por buena moza y aun llegaba a parecer bonita, y lo hubiera parecido mucho más sin aquella palidez de su cara, que no se sabía si atribuirla a la fatiga o a la anemia.

La pobre Laura, con su figurilla menuda y agraciada, con sus manos y mejillas de clavel, los ojos claros y húmedos, los labios rojos y sonrientes, y sobre todo, con las palabras amables que dulcemente fluían de ellos sin compostura, no era á propósito para inspirar temor á nadie. Pero la dama orgullosa y severa se había quedado por allá.

Aquel año pudieron al fin realizar su ensueño: vivir en poblado, en su casa de tabla, en el barrio de Sagpang y el padre y el abuelo pensaron en dar alguna educacion á los dos hermanos, sobre todo á la niña, á Juliana ó Julî como la llamaban, que prometía ser agraciada y bonita.

Movimiento de horror en las huestes de Zumalacárregui... Gesto de protesta del caudillo... La agraciada sonríe con una cara de babieca que revela la razón por que figura en la lista... La marquesa de Butrón continúa: Excelentísima señora condesa de Minahonda. Excelentísima señora doña Servanda Molinillos de Martínez.

Los dos jóvenes pasaron adentro, y cuando la tabernera abrió un poco la ventana para que entrara alguna luz, pudieron ver acostada en el lecho aquella agraciada figura, en cuyo semblante extenuado y pálido se pintaban los síntomas de una postración y un malestar muy grandes.

Los de fuera y los de dentro trataban con respeto, casi con veneración, a la ilustre señora, que era como una figurita de nacimiento, menuda y agraciada, la cabellera con bastantes canas, aunque no tantas como la de Barbarita, las mejillas sonrosadas, la boca risueña, el habla tranquila y graciosa, y el vestido humildísimo. Algunos días iba a comer allí, es decir, a sentarse a la mesa.

Una de las dos monjas era joven, coloradita, de boca agraciada y ojos que habrían sido lindísimos si no adolecieran de estrabismo. La otra era seca y de edad madura, con gafas, y daba bien claramente a entender que tenía en la casa más autoridad que su compañera.

La acompañaba una hija bastante agraciada, más alta que ella y que debía tener lo menos quince años, a pesar de lo cual su madre la traía con faldas a media pierna porque no la hiciese vieja. La pobre niña sufría esta vergüenza con resignación, poniéndose colorada cuando alguno dirigía la vista a sus pantorrillas. Llegó el general Patiño, conde de Morillejo: no faltaba ningún sábado.