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Era un mundo de caricaturas de la lujuria, de gestos simiescos y estremecimientos satiríacos, en el que asomaba la pasión carnal con la mueca de la animalidad más grotesca. Mire usted, tío. Como gracioso, éste es el más notable. Y el Tato enseñaba a Gabriel la figurilla rechoncha de un fraile predicando con enormes orejas de burro.

La pobre Laura, con su figurilla menuda y agraciada, con sus manos y mejillas de clavel, los ojos claros y húmedos, los labios rojos y sonrientes, y sobre todo, con las palabras amables que dulcemente fluían de ellos sin compostura, no era á propósito para inspirar temor á nadie. Pero la dama orgullosa y severa se había quedado por allá.

A su lado estaba otra figurilla menuda de hombre que la tenía cogida de la mano. El obispo les estaba echando la bendición. ¡Más cuál sería su asombro cuando aquel hombrecillo dio la vuelta! ¡Qué Jesucristo ni qué calabazas! El que se casaba con María era ni más ni menos que Manolito López, aquel chiquillo tan insolente y antipático.

La Mazacán había roto los guantes apretando los puños y daba gritos con su hermosa voz de soprano. La otra, tiesa en su asiento, erguida la cabecita como la de una víbora que se defiende, escupía sus desvergüenzas sin moverse, sin mirar a ninguna parte, como una figurilla de ira petrificada.

Aquel acólito del culto de Mercurio, por su empaque desenfadado atraíase la mala voluntad de los pilluelos de la plaza, enjambre de diablejos que pasaban horas enteras ante la relamida figurilla llamándole ¡churriquio! con irritante tono de mofa, hasta que algún dependiente les amenazaba con la vara de medir.

No se dijera sino que la zapatería sólo tenía cubicación disponible para una persona de fuera. Cada recién llegado era el clavo que sacaba otro clavo. La dama exhalaba melindrosos resoplidos y se agitaba de aquí acullá con gentileza enteramente adolescente. Vista por la espalda, era una figurilla breve, fina y graciosa.

Pasó tiempo, y el hombre aquel, de rostro jimioso y figura mezquina, continuaba acumulando cáscaras vacías en un montoncillo, que crecía conforme mermaba el de las llenas; y Ponte, que le tenía delante, principiaba a inquietarse de las miradas furibundas que como figurilla mecánica de caja de música le echaba, a cada vuelta de manubrio, el comedor de caracoles.

Musitando, en seguida, misteriosa frase, la anciana sacó de la gaveta de un mueble una figurilla de lienzo. La cabeza, sin facciones, estaba toda erizada de crin híspida y espesa. La cintura era ceñida, la falda ampulosa; dos largos punzones traspasaban de parte a parte la garganta.

Es un sillón canonjil, amplio y cómodo, de respaldo y asiento cuadrados, entre cuyos brazos tranquilos creemos ver agitarse la figurilla picante y grácil, llena de movilidad y de iniciativas, de la famosísima empresaria del Palais Royal. Y hay alrededor del viejo mueble olvidado, como una evaporación de silencio, de melancolía y de paz. Margarita Brunet nació en Bayona el año de 1730.

Adiós... adiós...; mira, las leyes de la naturaleza son las que te hacen caer, desprenderte de mi seno.... Adiós, hija mía, manecita mía; adiós... adiós.... Hasta la eternidad». Y la figurilla, que por lo visto era de cera, se desvanecía, se derretía en aquella bruma caliginosa, que envolvía a la criaturita y a ella también, a Emma, y la sofocaba, la asfixiaba.... Abrió los párpados con sobresalto, y vio a Bonis que, con la mirada de Agnus Dei, como ella decía, enternecida, clavaba sus ojos claros en el vientre en que iba su esperanza.