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Actualizado: 7 de junio de 2025
Así hablaba Quino de Entralgo, mozo de miembros recios y bien proporcionados, morena la tez, azules los ojos, castaños los cabellos, el conjunto de su fisonomía agraciada y con expresión de astucia.
Todos acogen con hurras y palmadas este sensato discurso. Sólo D. Félix, D. César y D. Prisco permanecen silenciosos y taciturnos. Al sentarse el sobrino del capitán se levantó el ingeniero que había llegado de Madrid. Era un joven de fisonomía inteligente y agraciada.
Mas cortés era la señora baronesa de Tunder-tentronck, dixo entre sí Candido. Acercóse en esto el abate al oido de la marquesa, la qual se medio-levantó de la silla, honró á Candido con una risita agraciada, y á Martin haciéndole cortesía con la cabeza con magestuoso ademan; mandó luego que traxeran á Candido asiento y una baraja, y este perdió en dos tallas diez mil duros.
-Pues, ¿por qué se quieren tan mal estos dos señores? -preguntó Sancho. -Quierénse mal -respondió don Quijote- porque este Alefanfarón es un foribundo pagano y está enamorado de la hija de Pentapolín, que es una muy fermosa y además agraciada señora, y es cristiana, y su padre no se la quiere entregar al rey pagano si no deja primero la ley de su falso profeta Mahoma y se vuelve a la suya.
Por la noche hubo su indispensable bailujan, en el que, hizo los honores con gran desenvoltura una agraciada mestiza, llamada María, si bien ella respondía siempre por el nombre de Angue. De la conversación que tuve con Angue, deduje el estado primitivo de su espíritu.
Luscinda, Dorotea, la ventera, su hija y Maritornes, llevadas del nuevo y para ellas nunca visto traje, rodearon a la mora, y Dorotea, que siempre fue agraciada, comedida y discreta, pareciéndole que así ella como el que la traía se congojaban por la falta del aposento, le dijo: -No os dé mucha pena, señora mía, la incomodidad de regalo que aquí falta, pues es proprio de ventas no hallarse en ellas; pero, con todo esto, si gustáredes de pasar con nosotras -señalando a Luscinda-, quizá en el discurso de este camino habréis hallado otros no tan buenos acogimientos.
Arrodillose sobre la tarima contigua al confesonario, oró breves instantes y acercó al fin su rostro demacrado a la ventanilla enrejada. El P. Gil estaba inquieto, muy poco satisfecho de aquella preferencia. No que el confesar a una joven mas o menos agraciada le importase nada. Era el suyo un temperamento puro, sosegado. La lucha con la carne no le había costado nunca grandes fatigas.
Atrajo desde el principio mi curiosidad una mujer agraciada, paciente, trigueña, sin adobos ni rosicleres como las otras, que estaba siempre sola e inmóvil en un ángulo, ante sí un vaso de recuelo, que jamás se llevaba a la boca. Se parecía a una virgen de Rafael, algo ajada.
Era esta una morenita muy agraciada, que no tenia mas que mil y quinientas varas de estatura, pero que con sus gracias reparaba lo chico de su cuerpo. ¡Ha cruel! exclamó, despues que te he resistido mil y quinientos años, quando apénas me habia rendido, no habiendo pasado arriba de cien años en tus brazos, ¡me abandonas por irte á viajar con un gigante del otro mundo!
Tras aquellas niñas tan alegres, que corrían y gritaban sin cesar un punto, no corría, sino andaba a lentos pasos, mustia y como recelosa, otra niña no menos agraciada y no más entrada en años que ellas. Había, sin embargo, notables diferencias entre una y otras. De éstas, las que no eran rubias eran muy blancas; aquélla era morena.
Palabra del Dia
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