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Debe emanciparse usted de esa tutela, ó no hará el camino que le corresponde hacer por mismo, sin necesidad de tutores. Ricardo había defendido la persona de su asociado desde las primeras insinuaciones; pero acabó por acoger, pensativo y ceñudo, sin una palabra de protesta, el último consejo de Elena.

Trataba don Manuel de descortezar a don Pedro; y no sólo fue trabajo perdido, sino contraproducente, pues recrudeció su soberbia y le infundió mayores deseos de emanciparse de todo yugo.

Tomás, del profundo S. Alberto, del seráfico S. Buenaventura, y en pós de ellos los pueblos, los reyes, los magnates y los siervos caen prosternados tendiendo los brazos hácia la hermosa Reina del cielo, clara y pura estrella de la mañana, consuelo de los afligidos! ¡El siglo en que viven es pobre é ignorante en las cosas materiales, sin recuerdo de las reglas y teorías de la antigüedad, y el mismo esfuerzo que hace por emanciparse completamente de la tradicion pagana le conduce á un arte nuevo, imponente y gigantesco, en que bajo la direccion de genios tan privilegiados como humildes, tan amantes de la gloria del catolicismo como de su propia oscuridad, la escultura se convierte toda en espíritu, sentimiento, espresion, plegaria y dolor, y la arquitectura se eleva como un himno incesante, como una oracion perpetua, desapareciendo la piedra bajo la idea, la forma bajo el concepto, la materia ante el espíritu!

La verdad era que si hasta la fecha no había necesitado más dinero que el prestado a Mochi, en adelante, si aquellas relaciones se formalizaban... , era indispensable disponer de cuatro cuartos. Por muy desinteresada que se quisiera suponer a Serafina, y él la suponía todo lo desinteresada que puede ser la mujer ideal (el bello ideal), era indudable que si seguían tratándose y crecía la intimidad, llegarían ocasiones en que alguno de los dos tendría que pagar algo, hacer algunos gastos... y el ideal no llegaba al punto de exigir que pagase la mujer. No, tendría que pagar él. Pero ¿con qué? «Con el dinero que tenía en el bolsillo». Esto le dijo la voz de la tentación, pero la voz de la honradez, antipática por cierto, contestó: «¡Ese dinero no es tuyo!». La guitarra, que seguía hablando al alma de Bonis, se inclinaba al partido de la tentación. La música le daba energía y la energía le sugería ideas de rebelión, deseo ardiente de emanciparse... ¿De qué? ¿De quién? De todo, de todos; de su mujer, de Nepomuceno, de la moral corriente, , de cuanto pudiera ser obstáculo a su pasión.

Por fin hubo de salir por este registro: «Eso de que me ocupe o no me ocupe, no eres quien lo ha de decidir. ¿Pues qué? ¿Han tocado ya a emanciparse? Estás fresca. ¿Crees que se te va a tolerar ese cantonalismo en que vives? ¡Me gustan los humos de la loca esta!... Ya te arreglaré, ya te arreglaré yo».

No pararon aquí las desdichas, y más acá de la Puerta de Hierro, ya cerca de los Viveros, el corcel de Frasquito, que sin duda estaba ya cargado del vertiginoso girar con que las bicicletas pasaban y repasaban delante de sus ojos, sintiéndose además mal gobernado, quiso emanciparse de un jinete ridículo y fastidioso.

Eran hermanos jóvenes que trabajaban de carpinteros y albañiles; mocetones de la montaña que deseaban emanciparse del terruño, prestando sus brazos á la Compañía para el trabajo reposado y lento de las casas de religión; libres ya de la lucha por la vida, y teniendo de antemano asegurada la salvación eterna, sólo con obedecer ciegamente á los superiores.

Aprendiz siempre hambriento, dependiente después en una época en que los mayores sueldos eran de cincuenta «pesos» anuales, a fuerza de economías miserables consiguió emanciparse, y con ayuda de sus antiguos amos, que veían en él un legítimo aragonés capaz de convertir las piedras en dinero, fundó Las Tres Rosas, tiendecilla exigua que en diez años se agrandó hasta ser el establecimiento de ropas más popular de la plaza del Mercado.

Aun en el año de 1822 se publicaba una poética muy conocida, con notas muy estimables históricas y literarias, en que se defendía el sistema de las unidades y de las tendencias morales, como lo había hecho Luzán casi un siglo antes; y mientras los teóricos más acreditados se expresaban en un estilo apodíctico, no era posible que los poetas se decidieran á emanciparse de las cadenas que los oprimían.

Pero hay un medio de proporcionar una felicidad relativa á los humildes: darles la esperanza de llegar á ricos, de emanciparse de toda servidumbre, de realizar el ideal de libertad que todos sienten.